El camino de Banderas


Texto de Reyes Muñoz

«Mi sueño era mucho más pequeño que la realidad que estoy viviendo. Yo simplemente quería ser un profesional del teatro, ni siquiera del cine. Con una lanza y una quinta fila en el Teatro de la Zarzuela de Madrid hubiera sido feliz. Simplemente quería ser profesional. Afortunadamente, muchos años después no creo haber perdido aún el motor que me llevó, un 3 de agosto de 1980, a salir de Málaga. Recuerdo perfectamente el momento en el que echó a andar aquel tren. Y a la gente que me acompañó. Y lo que me trajeron: paquetes de cigarrillos, comida, hasta dinero… Salí de Málaga con quince mil pesetas y cuando el tren echó a andar supe que yo me había convertido ya en otro. Que, pasara lo que pasara, volvería a Málaga como otra persona. Y esa vuelta se produce ahora, veintiséis años después. De una manera u otra, yo estoy recorriendo EL CAMINO DE LOS INGLESES al revés».

Antonio Banderas es, sin duda, uno de nuestros artistas más internacionales. Empezó en el 82 con otro de los grandes, Pedro Almodóvar en Laberinto de Pasiones y, desde entonces, su historia ha sido una sucesión de éxitos. Con una trayectoria sólida como actor en España y en América, se lanzó a la dirección, con Locos en Alabama. En este film se adentraba en un mundo desconocido para los españoles y bastante vergonzoso para los estadounidenses. Con un argumento sorprendente, hablaba del racismo y de la disgregación en el ámbito rural sureño. Ahora vuelve a España para plantearnos una historia completamente diferente, enmarcada en el verano (universal) de la metamorfosis «Hemos preferido plantear una reflexión sobre cosas -dice el actor y director- como la muerte, no tanto la muerte física, que también tiene su lugar en la película, como la muerte de las etapas, y sobre como uno se va abriendo a otras cosas. El ser humano es como un gusano que se mete dentro del capullo para salir convertido en mariposa. Lo reconozco en mí mismo, y lo veo en las personas que tengo cerca. Es un tema que me ha interesado siempre. Esa ha sido la excusa que me ha permitido volver a mi tierra y a aquellos años» (los 70).

En la película queman etapas todos. Por un lado los chavales, interpretados magistralmente por un grupo de actores con desigual currículo a sus espaldas pero con mucho futuro por delante. Por otra parte están los mayores… como la Señorita del Casco Cartaginés, Victoria Abril, que se amarra a uno de los jóvenes para permanecer el mayor tiempo posible en su mundo. Como dice Banderas «el camino de los ingleses es un proceso que hay que recorrer obligadamente y que todos los que han llegado a la edad que tengo yo hemos recorrido. Es el paso de la adolescencia a la madurez. Por El Camino de los Ingleses se puede llegar al mundo entero, le dice Luli a Miguelito».

Uno de los grandes aciertos de la película está en sus actores. Contaba Antonio Banderas que cuando se vieron por primera vez en la gran pantalla, en una prueba de maquillaje, algunos lloraron, se agobiaron… quizás también quemaban etapas en su vida real. Comparten un papel en el que todos descubren y experimentan con el sexo, los sentimientos, la violencia, el amor, la amistad. El protagonista es Alberto Amarilla, que interpreta a Miguelito: «ha hecho un trabajo magnífico -señala el director- de una disciplina férrea, el más duro de toda la película. Es un actor que trabaja muy bien en los lugares cercanos a la emoción. A esos picos altos que suelen ser muy difíciles para la mayoría de los actores, él llega con mucha facilidad: al llanto, a la emoción pura. Y también trabaja la zona baja, las depresiones, la distancia con el grupo. Ha sido un trabajo de orfebrería, de un tremendo sacrificio». María Ruiz es Luli, el personaje favorito de Banderas «hay algo en ella, en su afán de salir, de volar… Es un ser ambicioso y al mismo tiempo muy puro, pragmático, es un espíritu libre, quizá por eso elegí a María, pronto marcó la pauta de todo el grupo de actores. La vi en la pantalla de un ordenador entre 300 aspirantes y antes de que hablara, ya sabía que era Luli. A partir de esa piedra edifiqué el reparto.»

Una de las grandes revelaciones del film la encontramos en Raúl Arévalo, que se presentó al casting de otro personaje y terminó siendo Babirusa «Va a ser un actor importante dentro de nada. Es un tipo, además, que entiende muy bien esta profesión: absolutamente profesional, buen compañero, de gran corazón, con una ambición muy íntima, muy comedida, y una forma de entender los personajes muy exacta». Félix Gómez es Paco Frontón, el pobre niño rico que no quiere ser nada, que ha repetido tres veces COU por simple rebeldía hacia su padre «Félix Gómez ha sido el actor más disciplinado del grupo. Los chicos le llamaban Míster Raccord, porque no se le escapa ni una. Lo que ha permitido que se pudieran montar todas sus tomas». «La Cuerpo es otra de las luces de la película, igual que Moratalla», explica Banderas. Está interpretada por María Nieto y la llaman así porque es la que se ha desarrollado más rápido. Moratalla, está encarnado en Mario Casas. En el film está un paso por detrás de todos los demás. No tiene sus problemas, no comparte sus inquietudes… sólo piensa en experimentar con el sexo, estar con mujeres: «me interesa -señala el director- ese punto de luz, tan calentorro. Él conserva aún esos rollos de niños que quieren ser hombres pero que todavía no lo son».

Fran Perea, El Garganta, es el encargado de separar realidad y ficción. Está fuera de la pandilla y narra lo que ocurre dentro: «es un trabajo lleno de detalles -dice Banderas- con pequeñas sonrisas y entonaciones misteriosas que le dan otra dimensión al personaje y a la historia.» La gran Victoria Abril es la Señorita del Casco Cartaginés y Juan Diego es Don Alfredo, un padre fascista que exige mucho y hace lo que le da la gana «Es importante conocerle para comprender por qué Paco acaba la película como la acaba».

«Esta película no es sólo mi segunda película, es volver a Málaga, volver a los 70 y al estado en el que me en-contraba entonces. Y eso es lo que estoy tratando de explorar. Por eso la película se desenvuelve en muchos terrenos, eludiendo los tópicos. Hurga en los setenta, unos años en los que el ambiente político era muy denso en España, pero los acontecimientos políticos no aparecen. Tampoco hay guateques. La película aísla a los personajes en una burbuja atemporal».

El Camino de los Ingleses hereda de Locos en Alabama símbolos, como la cárcel, o la piscina… «No he tratado de hacer una película costumbrista o neorrealista. Es un cine que me gusta mucho ver pero no practicar. Ya en Locos en Alabama siendo algo más realista, tenía ese carácter excéntrico, porque me interesan más esos terrenos que el mundo del realismo». Sin embargo, los lenguajes visuales son distintos: «creo que ésta tiene un carácter muy afrancesado. Un estilo frío, distante, bello. Unas atmósferas de rareza en las que puedes descubrir siempre cosas. La Nouvelle Vague era así, desde Truffaut a Godard. Sólo hay una escena en mi película que a mí me produce una emoción especial, pero porque está planteada casi como una sesión fotográfica: la lluvia de verano. Lo que siente Miguelito en esa escena me ha pasado a mí y me sigue pasando».

El Camino de los Ingleses se basa en el libro de Antonio Soler con el mismo título: «creo que tanto en la novela como en la película estamos tratando de hacer poesía de la fatalidad, del destino, de lo oscuro, de lo que no se puede controlar pero que al mismo tiempo forma parte de la vida». Prescinde del ritmo frenético, tan frecuente en Hollywood y ofrece al espectador otra cosa «apuesta por una narrativa distinta más que acele-rar el ritmo de las líneas argumentales, busca la melodía. Y es una película coral que no se mueve en ningún género determinado». Así, a pesar de ser un actor con una ca-rrera en los Estados Unidos, podemos definirle como un cineasta europeo, con unos maestros muy definidos: «admiro mucho la obra de Truffaut, y la cultura cinematográfica de Godard. Elem Klimov siempre me ha interesado, así como Andrei Tarkovsky y Emir Kusturica. Pero, sin duda, Fellini es el supermaestro. Y Buñuel, que siendo aragonés tiene un sentido del humor muy andaluz. Otro director del que siempre quiero ver más es Víctor Erice».

Ahora, con más de setenta películas a sus espaldas como actor y dos como director, cabría preguntarle qué es lo que mejor le define: «conocí a Woody Allen en Nueva York. Él acababa de rodar Celebrity, y mi mujer había participado en la película. Nos encontramos en un restaurante y nos acercamos a saludarle. Le llamé maestro, y me preguntó por Locos en Alabama, que en ese momento estaba montando. Y me dijo: ¿No te parece que es muchísimo, infinitamente más fácil dirigir que actuar? Le contesté: No lo sé todavía. Y hoy tampoco tengo una respuesta para eso».

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