TEXTO DE TANIA LOBATO
¿Qué pasaría si la lógica de toda una sociedad nos arrastrara como una fuerza centrífuga hacia un camino que hasta ahora pensábamos que estaba equivocado?, ¿y si resulta que las circunstancias nos empujan a hacer cosas que no nos gustan?, ¿qué ocurre si la coyuntura nos absorbe?, ¿cómo podemos saber si estamos haciendo lo correcto para nuestro país, para nuestra familia o por nosotros mismos?
Han pasado bastantes años desde la barbarie del nazismo y todavía cuesta entender qué se le pasó por la cabeza al ciudadano de a pie alemán para dejarse encantar por las artes de un ser tan siniestro y psicópata como Hitler. ¿Cómo pudieron ignorar las señales de advertencia?, ¿cómo pudieron dejarse cegar por un sueño desquiciado? Quizás, si es que existe una respuesta, ésta solo se pueda entender bajo el prisma de estas preguntas.
Uno de estos tantos ciudadanos hechizados por cantos de sirena pudo haber sido un personaje como John Hadler (Viggo Mortensen), un anodino profesor de literatura de universidad recreado por el dramaturgo escocés C.P. Taylor, que poco a poco se deja arrastrar por la corriente del nazismo a pesar de ser un buen hombre.
Todo comienza el día que los jefazos del partido descubren una novela que Hadler escribió años atrás inspirándose en sus circunstancias familiares y en la que planteaba el dilema de la eutanasia, y deciden utilizarla para respaldar sus perturbadas teorías. Al principio Hadler siente miedo e intenta evitar el ser instrumentalizado por los nazis, pero ese miedo y el no querer ver más allá de sus narices hacen que finalmente la situación se le escape de las manos.
Una manera muy elegante de hacernos ver lo que deberíamos ver pero que no queremos ver
Una de las cosas más curiosas –y tal vez agridulces– de la película es la manera que tiene Hadler de percibir las señales de advertencia que le van llegando: mediante la música. El espectador nunca llega a ver la crudeza de las consecuencias que acarrean sus actos porque, al igual que su protagonista, en su lugar disfruta de una bonita metáfora musical. Una manera muy elegante de hacernos ver lo que deberíamos ver pero que no queremos ver, y un recurso literario o cinematográfico que se echa en falta en numerosas ocasiones.
De todas formas Good no es una historia nueva, pues la película está basada, como hemos dicho, en una obra teatral de C.P. Taylor estrenada hace más de veinticinco años en Londres. Sin embargo, si que resulta refrescante que, cada vez más, el cine deje de lado la temática del Holocausto para explicar las ideologías fascistas de los años 30 y empiece a fijarse en otros aspectos que fueron determinantes a la hora de entender por qué triunfaron tales extremismos. Es decir, ya sabemos qué ocurrió con las víctimas, es hora de analizar a los verdugos.
Como reflexión final solo cabe añadir una cosa más: Al menos en la Alemania de hoy en día tienen muy claro qué supuso Hitler para el país y para el mundo, y realmente sienten vergüenza al recordarlo. Y han actuado en consecuencia. Cuando eso suceda en España… si es que alguna vez sucede en España, podremos decir entonces con la cabeza bien alta que por fin hemos alcanzado la madurez.
—