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Texto de BiPaul
Imágenes de prensa: Grasshopper film
2018. Argentina.
Dirigida por Mariano Llinás
Con Pilar Gamboa, Elisa Carriajo, Laura Paredes y Valeria Correa (+ Germán de Silva, Héctor Díaz, Pablo Seijo, Marcelo Pozzi…)
Comienza la fiesta del coronavirus. Nos volvemos locos comprando papel higiénico, chocolate y levadura. La tele cambia. Nos hablan de cifras de muertos, de cifras de contagiados, de hospitales colapsados y del pico de la curva. Y todo con la estética de un canal cutre de youtube.
Primer acercamiento
Mientras que a algunos les da por la actividad frenética, a otros nos da por no hacer nada. O ver películas. A mí, personalmente, se me hace insoportable leer. Y nunca he hecho deporte. Y en este contexto, nada parece más atractivo que tragarse una película argentina de catorce horas. La flor se distribuye en no sé cuántas historias, algunas tienen final, otras no tienen final. Lo único que tienen en común son las actrices: Pilar Gamboa, Elisa Carriajo, Laura Paredes y Valeria Correa. Todo esto lo cuenta el director, el argentino Mariano Llinás al principio del film, armado con un cuaderno. De hecho, su presencia ahí forma parte de la película. Y saldrá más veces.
Parece que queda claro cómo va a ir la cosa, porque el tipo dibuja en su cuaderno una flor, que a mí me parece más la horca de un diablo. Que nos gusta un esquemita a los de la generación X.
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La película se divide en tres partes: «La flor 1», «La flor 2», «La flor 3». Las tres partes, dice Llinás, cuentan seis historias. Creo que esto es mentira. Llinás, al que después de tanto tiempo, quizás debería llamar por su nombre de pila, podía haber dividido la obra en 27 partes, o ninguna parte. No hago mucho caso. Aún no sé qué estoy viendo. Hacia el final de la segunda parte de la primera parte, con una ceja muy levantada, doy al pause y busco en google de qué va esto. Me sorprende no haberlo hecho antes. Y leo que la intención era que la gente viera la obra del tirón. Hay quien lo ha hecho. Igual no les ha explotado la cabeza.
Yo decido dividir las partes de una manera distinta: si no soy capaz de mantener la atención, paro. Así que mezclo tramas y mi flor dura 48 o 50 horas y tiene un poco de todo: de pelis variadas, de documentales musicales, de trozos de series, de pensamientos en la ducha, de sueños, de la realidad apocalíptica que narran en la tele. Y no solo eso, sino que cuando sigo con el experimento, rebobino para volver a ver aquello que me he perdido en una fase REM por agotamiento. Sí, agotamiento: entre otras cosas, la peli mezcla idiomas y tengo que leer subtítulos.
Primer asalto
Rebobino, que creo que os habéis perdido. «La flor 1», tras la intervención del director con su cuaderno, empieza con una historia de una momia precolombina a la que le brillan los ojos y saca la rabia de aquellos seres vivos a los que posee. A un baboso le cae una paliza bien bonita, así que los efectos de la momia no son tan malos. El regustillo serie B te lleva a pensar en otras aventuras cinematográficas. La segunda parte de la primera parte va de un dúo “pimpinela”, que se odia y se reúne para cantar un tema. Esta trama es paralela a otra de una secta que se chuta veneno de escorpión. Es decir, «La flor 1» tiene tres partes, dos de las cuales conviven en un mismo metraje. Y a estas, podríamos sumar el prólogo del director, que también forma parte de la película.
Pensando en eso, me acuerdo del cuaderno de Mariano Llinás. Yo también tengo un cuaderno en el que mezclo cosas. Con la idea de cuaderno en la cabeza, visualizo de qué va tan magna obra: el tipo tenía un cuaderno en el que ponía lo que le parecía y ha convencido a actrices y actores, operadores, directores de fotografía, productoras y a todo aquello que es industria del cine, para llevar su cuaderno al formato cine. El rodaje duró una década y se desarrolló en Argentina, Rusia, Líbano, Mongolia y Corea del Sur. Lo tengo clarísimo, Mariano Llinás es un genio. No sé si mientras rodaba daba la impresión de que sabía lo que quería. La película, y estoy ya en «La flor 2» bien avanzada, sabe dónde nos quiere llevar, aunque nosotros no sepamos dónde hemos llegado ni sentados en el banco del destino.
Segundo asalto
Rebobino otra vez. En la segunda parte de La flor, nos enfrentamos a una historia de unas espías cuyo contratante, Casterman, contrata a otras espías para que maten a las primeras en medio de una misión. Las actrices están espléndidas. Cada actriz protagoniza su propia historia. A estas alturas, aún busco puntos que unan los distintos personajes de las actrices: carácter, ideas, palabras clave, pasados, yo qué sé. Si algún día sueño que soy actor, quiero que el subconsciente me otorgue la oportunidad de ser Casterman –me hace pensar en el misterioso hombre de negro de Liniers–. O también me gustaría enamorarme con el amor de los que nunca se dieron ni un beso. Las subtramas están dirigidas a contarnos la historia de cada una de las espías.
Cada plano de “La flor 2” reclama atención. No sabes muy bien por qué. Es una trama de tramas tan cinematográficas como literarias. A ratos pienso que todo es una broma, pero a ratos me doy cuenta de la gravedad de lo que estoy viendo. Del tesón de un director que durante una década, buscó dinero y tiempo para rodar La flor. Salen hasta tetas. Me da igual si esta trama tiene final. Ya da igual todo. Aunque he de reconocer que aún espero a que finalice la historia de los escorpiones.
Tercer asalto
Y así llego a “La flor 3”. Nada de lo visto importa. La importancia de haberlo visto está en que ya he entrado en el juego del director. Da igual si me toma el pelo. Yo también me he reído con cosas que quizás para él no tienen gracia. Aquí la trama se vuelve locura. La película está dentro de otra película, como si fueran muñecas rusas.
Las actrices se quejan ante un director que rueda árboles. Nos esperan minutos de árboles que se niegan a ser rodados y que encuentran el encuadre en lo que no es árbol. Nos cuela hasta una escena larga de un equipo de rodaje que come plátanos. Hablan de una película que tiene forma de araña que parece una hormiga. Estoy perdido. Asisto a la búsqueda frenética de un libro como si fuera droga. Casanova. Y en la película, es un Casanova al que todas le dicen que vuelva otro día. Estamos en un sanatorio en el que todos son dioses, y conocemos a un loco al que todas le dicen que sí. También en esta tercera parte, hay un homenaje pícaro a Renoir, y mujeres que llegan a la civilización después de perderse en medio de la nada…
El final y K.O.
Recuerdo a Llinás, su cuaderno y las supuestas seis tramas que no tienen nada que ver entre ellas y que solo quedan unidas por las actrices: Pilar Gamboa, Elisa Carriajo, Laura Paredes y Valeria Correa. Son unas santas. Además de unas actrices increíbles. Acabo de darme cuenta de que no he dicho nada de la música, que también forma parte de la historia.
Diez años de rodaje. Los embarazos de las actrices y otros cambios físicos, nos hablan de esos diez años de rodaje. También, la calidad de la imagen rodada. Ante diez años de rodaje, 14 horas de película no parecen tantas. Y así se acaba. Y lo percibido por «las víctimas» del experimento, en medio de créditos y más créditos… (y más créditos…) no se parece al de las series. Tampoco al final de las películas muy largas, por supuesto. La sensación es otra. Que dicen que el confinamiento va a cambiar a las personas. Me río del confinamiento. Yo he visto La flor de Mariano Llinás.
Más información: http://elpamperocine.com.ar/index.html
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