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Texto de Sandra Sánchez
Más información: https://surtseyfilms.es/peliculas/la-vida-secreta-de-los-arboles/
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Un agente forestal es capaz de demostrar que los árboles tienen vida social, que se comunican entre ellos y con el bosque, que escuchan o que sienten dolor. Lo cuenta en un libro. El autor ha escrito ya quince volúmenes sin ninguna repercusión, así que no es peligroso para la estructura política y económica. Pero “La vida secreta de los árboles” se convierte en un bestseller internacional. Y entonces sí, saltan las alarmas.
«Lo importante, creo, es tener una actitud positiva. Se puede ser crítico, aunque ese no es el objetivo principal de este libro, pero sería bueno que hubiera un final feliz. Lo bueno es que esto no es imposible, incluso cuando se mira el cambio climático y todas estas cosas».
«No me preocupa la naturaleza. Siempre se regenerará sola. Solo sería bueno que siguiéramos allí cuando lo haga». Con esta frase, Peter Wohlleben pone patas arriba gran parte de los programas nacionales e internacionales. Lo más sangrante es que tiene razón. No somos nosotros los que debemos cuidar de la naturaleza, un organismo vivo con miles de millones de años, cambiante, capaz de convertirse en otra cosa para seguir su curso. Debemos preocuparnos de que en esa evolución no seamos los extinguidos. Por tanto, no se trata de evitar el cambio climático por el bien del planeta, sino por nuestro bien.
Y a partir de ahí, Peter Wohlleben defiende que la mejor manera de cuidar de la naturaleza es no hacer nada en todos los sentidos. Y no hacer nada supone, por ejemplo, cambiar la forma en la que se explotan los bosques, dejar que sean ellos mismos los que se repueblen y permitir que sigan su curso, para que crezcan fuertes y sanos. Se trata de una propuesta tan controvertida que pronto encontró enemigos, sobre todo en la industria forestal. En algún momento, Wohlleben dice algo así como que dejar el cuidado de los bosques en manos de los agentes forestales es como dejar el cuidado de los animales en manos de los carniceros.
El éxito del libro también lo convirtió en el vellocino de oro de la industria audiovisual. Finalmente Wohlleben le cedió los derechos al productor Friederich Oetker, quien a su vez, recurrió a dos reconocidos cineastas del mundo del documental para realizar el proyecto. Jörg Adolph se encarga de la dirección y el guión y Jan Haft de las imágenes de la naturaleza. Y juntos han elaborado un documental épico.
«Actualmente, la ciencia conservadora está superando al esoterismo. Por ejemplo, los investigadores han descubierto en los últimos años que las plantas pueden sentir realmente el dolor. La ciencia está corroborando lo que los esotéricos sospechaban desde hace tiempo. Se ha llegado al punto de saber que los árboles pueden contar, tienen memoria, pueden recordar y transmitir conocimientos».
La estructura
“Una parte del libro se presenta en la película a través de las imágenes de la naturaleza de Jan Haft, y la otra parte es como un documental, con el director Jörg Adolph. Me sigue, observa lo que hago en el bosque y con otras personas. Mostramos cosas que son motivo de preocupación, como la petición de ayuda de la pequeña tribu india de la isla de Vancouver donde se iba a talar el bosque, o lo que está ocurriendo en el bosque de Hambach. Pero también la otra cara de la moneda, que da motivos de esperanza, porque se ve que las cosas se pueden hacer de otra manera y que eso ya está ocurriendo en muchos casos”, explica Wohlleben.
La película sigue la fórmula de cualquier documental que se centra en el discurso de una persona. Voz en off del protagonista, rodaje de su intervención en actos, escenas preparadas para lanzar mensajes, etcétera. Y esto se combina con imágenes espectaculares. Friederich Oetker lo explica así: «Realmente queríamos adentrarnos en los árboles, en la corteza, en el suelo del bosque donde viven miles de organismos, en las copas de los árboles, y verlos desde arriba».
La cabalidad y la cercanía con la que Wohlleben lanza sus mensajes, causa un efecto inmediato en nuestras cabezas. Y en menos de media hora, somos capaces de empatizar con los árboles. Para entendernos: Peter Wohlleben nos explica que los árboles son sociales, que se cuidan los unos a los otros, que sienten dolor y reaccionan. Y al rato, un operario le corta las raíces a un arbolito y podemos imaginar su dolor. También nos explica lo problemático que es meter maquinaria pesada en el bosque y en la selva, que aplasta el suelo y lo deja sin agua. Y en ese momento, Friederich Oetker nos muestra como una taladora gigante entra en el bosque y corta árboles como si fueran espaguetis. Piensas: “qué barbaridad”.
¿Merece la pena ir al cine para ver el documental?
Sin duda, sí. A lo anterior, puramente documental, se suman secuencias de la naturaleza que por su espectacularidad parecen imágenes psicodélicas. Te quedas pasmado mirando cómo crecen los árboles a partir de su semilla o cómo el bosque se llena de hongos. Resultan extremadamente bellas las imágenes aéreas de los árboles o los cielos estrellados, que se convierten en una suerte de lienzos impresionistas. El resultado final es como un plato muy bien cocinado que te comes sin darte cuenta: contundente, sabroso y con fundamento.
«Los seres humanos nos hemos alejado de la naturaleza. Poco a poco estamos volviendo a la situación normal: los árboles son seres sensibles, ¿y por qué no iban a serlo? Eso también se siente mucho mejor. Siempre lo hemos sabido intuitivamente».
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