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Texto de R. Muñoz
Dinamarca. 2011.
Dirigida por Lars Von Trier
Con Kirsten Dunst, Charlotte Gainsbourg, Kiefer Sutherland, Charlotte Rampling, John Hurt, Alexander Skarsgård, Stellan Skarsgård, Udo Kier
Melancolía es, y que me perdonen los defensores de Bailando en la oscuridad y Rompiendo las olas, la película más bella y poética de Lars von Trier. Está protagonizada por Kirsten Dunst y Charlotte Gainsbourg y sus poderosas interpretaciones tienen mucho que ver con mi primera afirmación. El danés la rodó después de Anticristo y antes de Nymphomaniac. Las tres películas forman parte de algo que se ha llamado «La trilogía de la depresión».
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Es de Lars von Trier
El del videoclub tenía una estantería dedicada a las películas que más le gustaban. Era de pocas palabras, y de esta manera no gastaba saliva. En la estantería de sus joyas estaba Melancolía y cuando alguien le preguntaba por ella, respondía: «Es de Lars von Trier». Es de Lars von Trier lo que significa que o te encanta o te espanta. Empieza y los minutos pasan despacio, se hacen eternos. Te aterra la posibilidad de que las más de dos horas de película sean así, a ritmo de Wagner. Confías en que eso se acabe y lo que estás viendo es un resumen poético del film. Respiras con tranquilidad cuando por fin aparecen los actores de carne y hueso, aunque tampoco entiendas nada. Y a partir de aquí, la película se divide en dos partes. La dedicada a Justine y la dedicada a Claire. Es absurdo contar el argumento del film que puedes ver: es una historia sobre el Apocalipsis y de las dos hermanas, un niño y el marido de Claire mientras un planeta se acerca a la tierra. El planeta es Melancolía.
La primera vez que vi la película, «no había saqueado toda una vida», que diría Rilke. Y como película, como secuencias de imágenes que se suceden, es bella, es una historia de ciencia ficción sorprendente y distinta. Es una ceremonia de amor al prójimo o de la comprensión. Una explicación del fin del mundo a través de dos hermanas, una que teme a la muerte y otra que teme a la vida. La segunda vez que la ví, había estado «al lado de los moribundos» y entendí, fotograma por fotograma, lo que ahí me estaban susurrando y que viene muy bien explicado en el diccionario: Melancolía es la otra palabra con la que se nombra a la depresión.
La trilogía de la depresión
Sobre «la trilogía de la depresión» hay multitud de análisis en internet, algunos son espantosos y demuestran que la depresión se sigue viendo como una suerte de delirio caprichoso de quien la padece. También hay algún libro serio que hace analogías entre los síntomas de la depresión y los símbolos de las películas. O eso dice la sinopsis.
La realidad es que Lars von Trier salía de una de sus depresiones cuando empezó a rodar Anticristo, una terrible historia en torno al duelo y lo oscuro de la mente humana personificado en Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe. Resulta insoportable. Kirsten Dunst había estado ingresada durante seis meses a consecuencia de la depresión y quizás sea una conclusión mía pero juraría que su interpretación en Melancolía es tan especial porque también había saqueado toda una vida. Este papel —que iba a a ser de Penélope Cruz— fue para ella un antes y un después en su carrera: dejó de ser la niña de Entrevista con el vampiro (que ojo con ese papel) y la novia de Spiderman. Ganó la Palma a la mejor actriz protagonista, aunque Lars von Trier boicoteara la película en Cannes.
Lo de Cannes lo explicamos en el Docx «Genios tóxicos». El danés había crecido en una familia muy jipi. Su padre era judío no practicante y si bien creció en un ámbito nada religioso, él también se declaraba judío. En el lecho de muerte, su madre le contó que su padre biológico era otro hombre. Lars von Trier lo estuvo persiguiendo hasta que el anciano de 90 años lo amenazó con denunciarlo. Aún así, el cineasta se convirtió al catolicismo y en Cannes soltó, ante la estupefacción de las actrices de Melancolía: «Quería ser judío y después descubrí que en realidad era un nazi, ya saben, porque mi familia era alemana, lo que también me agradaba». «Comprendo a Hitler. Creo que hizo algunas cosas mal, sí absolutamente». «No es lo que llamarías un buen tío, pero le entiendo bastante y simpatizo un poco con él». «Vale, soy nazi». Ante el escándalo que generaron sus palabras, matizó, pero la dirección del festival lo declaró persona no grata con efecto inmediato y el director perdía la que hubiera sido una Palma de Oro justísima.
En Nymphomaniac, como en Anticristo, volvía a confiar en Charlotte Gainsbourg y Willem Dafoe. Él aparece en la segunda parte del film. El sexo es la vía de escape y la causa de la insatisfacción, del dolor, de la agonía. Es la narración que hace una ninfómana de su vida a un hombre virgen, en el que, por lo que sea, confía y que la ha acogido tras encontrarla ensangrentada en un callejón. Y aún con lo que cuenta, y cómo lo que cuenta se convierte en imagen, es una película elegante y bella. «Soy una mala persona», repite en varias ocasiones.