Entrevista de Covadonga Carrasco
Fotografías [c] de David Ruano
La autora de Las meninas. 15/12 – 28/01. Teatro Valle-Inclán
Más información en: http://cdn.mcu.es/espectaculo/la-autora-de-las-meninas/
Mireia Aixalà interpreta a Alicia, la Directora del Museo del Prado, una mujer al servicio del gobierno pero con fuertes dilemas morales. La autora de Las meninas es una obra compleja que embauca, que divierte, pero sobre todo que hace que reflexionemos sobre nuestro futuro como sociedad. Uno de los montajes imprescindibles de esta temporada en el Teatro Valle-Inclán.
Mireia Aixalà tiene una gran trayectoria sobre las tablas. Puede presumir de haber trabajado bajo la dirección de los mejores: Rafael Durán, Julio Manrique, Álex Rigola, Paco Mir. En 2014 se hizo con el premio Ercilla a la mejor actriz con ¿Quién teme a Virginia Woolf?, dirigida por Daniel Veronese y en la que ya coincidió con Carmen Machi. Ahora se presenta en un registro muy distinto, en La autora de Las meninas, escrita y dirigida por Ernesto Caballero, a la postre, director del Centro Dramático Nacional.
Muchos textos teatrales nuevos intentan ser satíricos y acabamos encontrándonos que para irónicas las noticias. ¿Es el caso de La autora de Las meninas? ¿La realidad supera a la ficción?
Por ahora no. Lo que pasa es que lo que se cuenta, podría llegar a pasar. La obra transcurre en el 2037, es decir, en un futuro cercano, pero futuro, en el que la economía del país se ha hundido y en el gobierno hay un partido muy populista. Ese partido para salvar la educación, los servicios sociales, etcétera, lo que propone es vender el patrimonio cultural del país. Ahí aún no hemos llegado, pero puede que ese momento llegue. Porque la cultura cada vez importa menos.
Va de crisis, pero también va de narcisismo y vanidad en el mundo de la cultura. Interpretas a la directora del Museo del Prado, que quizás está en ese punto. ¿Cómo es Alicia?
Mi personaje no es el que cuenta la historia de la vanidad. El que la cuenta es el personaje de Carmen Machi, una monja copista que en un principio solo hace copias de las grandes obras, eso sí, copias perfectas. Poco a poco se va dejando atrapar por las garras de la vanidad. Se viene arriba. Mi personaje no. Mi personaje en el fondo es el de una pobre desgraciada. Ella solo hace lo que dice su amo, que es el partido que gobierna. Le dicen que tiene que vender el fondo del museo y ella lo hace entre grandes dudas. No está convencida de que sea lo correcto.
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La idea que subyace, por lo que cuentas, es que para ese partido, llegado el momento, sobre pasar hambre, nos comemos el arte, ¿no?
Sí, sí, esa es la idea. Antes que la cultura está la cesta de la compra de la gente, su educación, sus servicios sanitarios. Eso lo tiene clarísimo el gobierno. Es verdad que la situación está fatal. Alicia, tiene sus contradicciones. Por una parte dice que sí, que la gente tiene que comer, pero por otro lado piensa, ¿cómo vamos a vender Las meninas?
Trabajar con Carmen Machi debe de ser complicadísimo. No porque sea una diva, sino porque obnubila.
Carmen Machi es una actriz extraordinaria. Ella representa a Sor Ángela, esa monja copista y es alucinante, porque pasa por un montón de estados en la obra, le ocurren muchas cosas y lo hace. Es muy buena actriz y es muy generosa. Tú estás con ella en escena y sientes cómo te lleva, cómo te ayuda a hacerlo mejor. Hace que tu trabajo sea mejor.
Es genial y no se come en escena a los compañeros, ¿no?
Exacto. No es ese tipo de actores y actrices de antes que eran las primeras figuras y los demás les daban igual. Es todo lo contrario. Ella sabe de teatro mucho, ella sabe que una obra no es la interpretación del protagonista, sino que lo importante es la función, contar la historia. Lo tiene clarísimo.
¿Y Francisco Reyes? Yo no lo conocía.
Yo tampoco. Ha vivido durante catorce años en Nueva York y ahora ha vuelto, por eso no lo conocíamos. Es buenísimo. Es un gran actor, y es un chico con un físico espectacular. No te lo digo por nada, sino porque eso funciona muy bien en la obra. Al lado de Carmen Machi hacen una pareja extraordinaria. Ha sido un descubrimiento y estamos encantados, felices con él.
Hemos leído que interpeláis al público en la obra.
Solo Carmen hace eso. Carmen sale y les dice que les va a contar una historia y nosotros formamos parte del cuento. Fran y yo no interpelamos al público.
¿Y el público se dirige a Carmen Machi?
Al principio sí. Ella entra en escena sola y lo primero que dice es «buenas tardes». La gente contesta. Luego Carmen sigue hablando y la gente ya entiende que eso forma parte del juego teatral y deja de contestar. Pero sí, al principio de la función sí que contestan.
«Mi personaje en el fondo es el de una pobre desgraciada. Ella solo hace lo que dice su amo, que es el partido que gobierna. Le dicen que tiene que vender el fondo del museo y ella lo hace entre grandes dudas».
¿Por qué Las meninas? ¿Es una crítica al sentimiento patrio? El cuadro representa el limón y la sal de este país, ¿no?
Esa pregunta le hice yo a Ernesto Caballero cuando empezamos con la obra. ¿Por qué Las meninas y no cualquier otro cuadro? Escogió Las meninas porque quería un cuadro que la gente conociera. En torno a Las meninas circulan un montón de teorías. Representa a la monarquía, y el partido en el gobierno es profundamente antimonárquico. Que esté ahí representada, a mi personaje le sirve de excusa. Ella dice que con el daño que hizo esa gente, aún tenemos que alabarlos en una pintura, y utiliza ese argumento para venderlo.
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La obra ya ha girado mucho. Ya sabéis cómo funciona o cuáles son las reacciones. ¿Eran las esperadas?
A mí me han sorprendido mucho. Es una obra que está escrita en un lenguaje muy elaborado. Y el texto tiene mucha información sobre arte y política. Yo pensaba que esto igual a la gente le parecería aburrido. O la gente cree que va a ver una comedia y se encuentra con toda esa profundidad. ¡Y le encanta!, sale tocada. Se ríe muchísimo porque el personaje de Sor Ángela vive situaciones muy friquis que no puedo contar. Y ocurre algo que da para un estudio sociológico. La gente reacciona por provincias. Hemos ido a pueblos de una misma provincia, y la gente ha participado muchísimo. Y sin embargo, en la provincia de al lado, se ríen, pero no tanto. Pues hemos vuelto, y ha ocurrido lo mismo, que no es porque el público sea más serio un dÌa que otro. Es muy curioso eso.
«No es una comedia de puertas que se abren y se cierran. Es un texto con ironía, con mucho sarcasmo y sÌ que tiene partes muy cómicas».
Leemos sarcasmo y pensamos que es comedia. Y si vemos en el cartel a Carmen Machi de monja… Pero La autora de Las meninas no es comedia.
No es una comedia de puertas que se abren y se cierran. Es un texto con ironía, con mucho sarcasmo y sí que tiene partes muy cómicas. Pero la gente no debe esperar un show de la risa, no, no es eso. Es mucho más.
Según me decías esto, pensaba en que Ernesto Caballero venía de Jardiel Poncela. Quizás estaba abducido.
Sí, venía de Jardiel Poncela, pero esta obra la tenía escrita desde hace años. La tenía guardada en un cajón hasta que se atrevió a sacarla. Lo curioso es que el texto cada vez parece más actual, lo que hablábamos al principio.
¿Qué tal se trabaja con él? Se rumorea que da mucha libertad, pero que es una libertad tramposa, que sabe perfectamente dónde vais a llegar.
A mí eso me encanta. Te guía sin que notes que te guía y para mí como actriz es muy enriquecedor. Él dice: «haz lo que quieras, ve por donde te dé la gana» y al mismo tiempo te lleva donde él quiere. Te deja descubrirlo. Tampoco se aferra. Si en tu investigación él ve que haces algo mejor que lo que él pensaba, lo deja. Tiene mucha capacidad para dudar de sus decisiones. Durante los ensayos no tenía problema en cambiar el texto si consideraba que el original no funcionaba, por ejemplo. Es muy gustoso trabajar así.
Acabo con pregunta bomba: después de ver La autora de Las meninas, ¿el público sale pensando que no hay remedio o que hay esperanza?
Eso depende de cada uno. El final es abierto precisamente para que dé lugar a múltiples interpretaciones. Depende de cómo seas tú. Si eres optimista, saldrás con la idea de que sí, de que hay salida. Si eres pesimista saldrás diciendo que no hay nada que hacer. Yo personalmente creo que sí, que sí hay esperanza. La obra deja esa puerta abierta.
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