Entrevista de Reyes Muñoz de la Sierra
Fotografía cortesía de Planeta
Tenemos un acervo cultural de basamentos descomunales, apoyados en una capacidad innata para atizar collejas a quien ose a defraudarnos. Aquí lo comercial no se lleva. Lo bueno, salvo excepciones, se convierte en comercial. Por eso, la era dorada que vive la ciencia ficción en España, tiene tanto mérito. Carlos Sisí le echa la culpa de todo a las editoriales y al público. A unas por publicarle y a otros por leerle. Así, tiende a presentar su literatura como un accidente que ha resultado ser muy fructífero (como el negocio de las galletas de Ladrones de medio pelo). El Premio Minotauro le deja sin excusas. Tras ver cómo recibía su «estatuaza» por Panteón y releer mi propia entrevista me lo imagino pensando: «a ver si es verdad que además de vender, también soy bueno».
No soy lectora habitual de ciencia ficción y he dejado alguno de los libros míticos a medias porque no hacía pie. Mal y Fer han sido mis guías. ¿Esa era su función o es un bien colateral que hace muy asequible el libro?
Fer y Mal lo eran todo al principio, el motivo por el que quería escribir una nueva novela. Me inspiraron esos dos cazatesoros americanos del Canal Discovery, había un feeling tremendo entre ellos en su búsqueda de antigüedades por el mundo. Me di cuenta de que lo que hacían me importaba un bledo, y lo que era peor, que visto un programa, habías visto todos; era súper repetitivo. Y no obstante, cada mediodía pongo ese canal, porque me gusta su relación, las bromas que gastan, la química especial que destila su amistad.
Quería eso en la novela. Dos hombres que deben vivir aventuras deben despertar sentimientos en el lector, debe sentirse como un tercer compañero. Si podía conseguir eso, cualquier cosa a la que se enfrentasen tendría un impacto mucho mayor en el lector, y creo que está ahí. Mi editor dijo que la novela se subía cuando estaban ellos dos en escena. Son unos buenos personajes. A veces pienso que me gustaría que Panteón funcione muy bien para poder seguir contando aventuras de Fer y Mal, hay todo un mundo que explorar ahí.
En lo último que he leído las heroínas ganan en número (y habilidades) a los héroes. En el caso de Maralda, ¿fue algo premeditado o una elección de género por impulso?
Me he criado con cinco hermanas, tengo una madre maravillosa, grandes amigas, y una mujer que es mucho más de lo que jamás hubiera podido imaginar. Me admira muchas de las cosas que hacen, su manera de enfrentarse a los momentos duros, su capacidad para el trabajo y la lucha. Su paciencia, su sensibilidad.
Los hombres tenemos mucho que aprender de las mujeres para reinventarnos como Hombres 2.0. Por eso Maralda (cuyo nombre es una especie de homenaje velado a esa increíble niña que es Mafalda) es mucho más capaz, cabal y fuerte que Fer y Mal. Siempre ha habido grandes personajes femeninos en mis novelas.
No hay nada mejor que un malo para generar ansia… últimamente, en muchas novelas, el malo es redimido… ¿Cuál es tu relación con Jebediah?
¿Cómo enfrentarme a una novela CIFI sin un buen malo? Los malos son el alma de cualquier historia, como sabía muy bien desde Los Caminantes. Los héroes gustan, hay mucha gente que aplaude a Dozer, a Juan Aranda… pero al final, el personaje que resuena más en la cabeza es ese malo que despierta los sentimientos más fuertes.
La gente me hace muñecos de fieltro, marionetas, dibujos, grafitis… y alguien está preparando un diorama con Isidro como personaje central. Jebediah es mi propuesta en esta novela, un terror tecnológico, deshumanizado hasta extremos insospechados, que es a su vez el instrumento de un mal mayor. Pero no es una novela donde el malo tenga un peso muy, muy importante, al menos, así lo considero yo. Se centra más bien en la intriga y el suspense de no saber en qué se están metiendo los protagonistas, en qué va a ocurrir a continuación. Como he dicho, mi máxima prioridad era hacer una novela, en esencia, divertida.
«Quería inestabilidad para mi historia, pero ciertamente, no una ‘Galaxia de las Guerras’».
En el futuro que planteas, la guerra mueve el universo y un organismo actúa de árbitro, para que no haya abusones… Pensé… pues no hace falta que nos vayamos tan lejos. ¿Hay un reflejo o una crítica desolada al mundo actual?
Realmente sí, ¿verdad? No tuve que imaginar mucho. Aquí los americanos siempre han jugado a ser gendarmes del mundo, y las guerras que hay, bueno ya sabemos a qué se deben… existen porque benefician a alguien, intereses comerciales, etcétera. En la novela existe un enclave científico que domina la tecnología y mantiene a todas las diferentes facciones a raya. Eso me permitía tener un mundo con conflictos, pero no terribles guerras que lo sumerjan en otro «apocalipsis» despiadado. Quería inestabilidad para mi historia, pero ciertamente, no una «Galaxia de las Guerras». Esa era una losa tremenda con la que tenía que tener mucho cuidado.
Con este libro me ha pasado algo muy raro. Leo novela en imágenes. Panteón no es la excepción… Pero en vez de imágenes de películas he pensado en intros de videojuegos tipo Halo… ¿En qué pensabas tú mientras escribías? ¿Cómo generabas los espacios, los uniformes, las escenas…?
Qué curioso eso que dices. Yo creo que uno toma referencias visuales de sitios que no conoce, buscando en su memoria. Si describo una calle del siglo xx, nadie tendrá que imaginar mucho, porque son elementos conocidos. No hace falta decir que hay un semáforo. Con la ciencia ficción eso no ocurre, así que la imaginación tiene que componer escenas de lugares que no conoce en base a elementos de que dispone. Quizá otro lector utilice elementos de películas de ciencia-ficción, más viejas o más nuevas, según sus preferencias personales. Si describo el pasillo de una nave, un fan de StarWars evocará quizá el Tantive IV o los corredores de un Destructor Imperial. Alguien más habituado a Star Trek tendrá otros estímulos.
«Yo escribo, y lo hago de la única forma que sé. Y sobre todo, es un ejercicio de felicidad personal…»
Tengo la sensación de que las mejores novedades que he leído son de escritores que no se definen como escritores. ¿Qué supone para ti la escritura? ¿Iniciar, terminar un libro y que además, tenga éxito entre los lectores?
Oh, es que… no me parece que sea muy meritorio lo que hago. Yo escribo, y lo hago de la única forma que sé. Y sobre todo, es un ejercicio de felicidad personal… me gusta crear mundos y poblarlos con situaciones y personajes. Me encanta cuando hablo con mis lectores cara a cara porque es una relación perfecta: yo escribo una historia, y alguien la lee y la disfruta. Por eso disfruto mucho de mis canales de redes sociales como Facebook y Twitter. Cuando ocurre eso, es maravilloso. Cuando recibo demasiada atención, es verdad que me incomoda un poco. Es halagador, por supuesto, pero no me parece que lo que hago sea una cosa que haya requerido un esfuerzo extraordinario, porque lo hago desde el mayor de los placeres.
¿Escribes por impulso o sigues unas rutinas para no dormirte en los laureles?
Totalmente por impulso. Las ideas me vienen y se asientan en mi cabeza, imprimiéndome unas ganas tremendas de explorarlas. A veces es algo insignificante, a veces es solo un escenario evocador, o algo nimio, que necesita ser explorado. Entonces me pongo a escribir y poco a poco, esa historia crece, se llena de detalles que van revelando todo lo que hay alrededor. Nunca planifico nada, lo he dicho muchas veces. A veces llevo eso al límite… la historia crece a medida que se crea. Por ahora no necesito nada para obligarme a sentarme a escribir, me encanta lo que hago. Mientras tenga lectores interesados en leer mis libros, seguiré haciéndolos.
Entraste en las librerías con una novela de zombis. Tuvo éxito. Cualquier autor se hubiera amarrado a eso. Tú has preferido lanzar otras propuestas. ¿Los campos se te agotan o barbechan?
No, no es que se agoten… es que honestamente pensé que había ya muchísima oferta de zombis en la calle, en la literatura. Continuamente salen libros de zombis, y a mí me apetecía contar otras historias diferentes. Era arriesgado, desde luego, y hasta puede que una tontería habida cuenta del interés que hay por todo lo zombi. En ese sentido tengo mucho que agradecer a mi editorial, porque siempre me han apoyado en todo.
Es bueno que un autor pueda escribir sobre lo que le apetezca, es bueno, es honesto, y es una forma de asegurarse de que un libro será escrito con cariño, con amor, y que contendrá algo especial. Hay muchas historias que contar. Siempre he dicho, no obstante, que no he abandonado el tema zombi definitivamente. Puede que en algún momento me apetezca escribir otra cosa, aunque sea una colección de relatos ambientados en el universo creado en los libros. Es lo que Los Caminantes ha conseguido muy bien, crear un entorno creíble que vive más allá de los libros, permanece en la cabeza de la gente. Hay muchas historias que contar todavía sobre lo que ocurrió con los héroes de Carranque y muchos de los personajes secundarios como Reza. Puede que un día lo haga.
En la entrega del premio me pareció que lo recibías con tantísima humildad que casi estabas incómodo con los aplausos de tus colegas. ¿Qué ha significado para ti ganar el Minotauro?
Bueno, ha sido abrumador, qué duda cabe. Para alguien como yo, que empezó a escribir su primera novela en 1998 sin ningún ánimo de publicar, es una verdadera palmada en la espalda. Es una especie de reconocimiento. Es un premio además que representa a todos mis lectores. A cada persona que recomendó mis libros en su trabajo, a todas esas novias maravillosas que regalaron Los Caminantes a sus novios. Ellos han hecho posible que yo pudiese evolucionar y llegar a presentarme para ese premio. Y eso no tiene precio. Ese premio significa mucho para mí.
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Enemigos de la ciencia ficción, Panteón es la novela que os llevará a redescubrir el género. Si no fuera porque lo anterior parece un eslogan de la teletienda, ahí se hubiera acabado mi crítica de la novela.
Carlos Sisí nos sitúa en un universo futuro en el que la gresca alimenta la tecnología y la tecnología es el motor económico. La Colonia es una especie de hervidero de cerebros, y usa su primacía tecnológica para mantener un equilibrio tenso. En Panteón hay naves espaciales, armaduras futuristas, robots… y personas con porcentajes variables de humanidad.
En el grado máximo están Malhereux y Ferdinard, dos tipos entrañables. Su arma es la inteligencia emocional. Maralda Torres, inspectora de La Colonia, ha sido programada para ser racional. A pesar de eso mantiene intacto su sexto sentido. Al otro extremo están los sarlab, los macarras del universo que, liderados por un biónico Jebediah y alimentados por la corrupción de algún mandamás, la lían parda. No os quedéis con las locuciones típicas de los trailers yanquis: trepidante aventura, acción vibrante, thriller cósmico… de eso hay y a raudales. Pero, hacedme caso, es lo de menos. Panteón se disfruta.
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