Entrevista de Reyes Muñoz
Fotografías cortesía de DComunicación
Cada cual tiene su don. Nosotros tenemos el de dar con genialidades. En 2012 leímos El asesino hipocondríaco. Nos dejó tiritando y lo dijimos. Luego Juan Jacinto Muñoz Rengel nos envió El libro de los pequeños milagros y admiramos su capacidad de decir tanto en un microrrelato. Pero el universo que plasma en El gran imaginador es tan inmenso, que nos supera. Hay que ser especial para plantear una novela sobre la imaginación infinita y hay que ser un genio para escribirla sin defraudar.
(Entrevista íntegra y sin editar)
Cuando leí El asesino hipocondríaco sentí que estaba ante algo genial. Ahora casi lo recuerdo como un ensayo de El gran imaginador”, y esto creo que dice mucho de El gran imaginador. ¿Cómo describirías tu evolución de uno al otro?
Es cierto que hay algo de eso. Aunque un poco más complejo, en el sentido de que he intentado implicar el resto de mis libros. De alguna manera, quería que esta obra, que me he pasado media vida concibiendo, aunara todo lo que había escrito hasta este momento, mis temas, mis motivos y lo poco que haya podido lograr aquí y allá. Por eso hay rasgos en sus protagonistas que podríamos identificar con los de El asesino hipocondríaco, y también una veta de humor –aunque más difuminada– recorriendo la novela. No obstante, además aparecen muchas de las ideas que alientan mis primeros cuentos, y sobre todo el arco que trazo con el libro de relatos De mecánica y alquimia, que va desde lo histórico a lo futurista. Están también los juegos de espejos de ese libro, y la indagación en los sueños, y la exploración de los límites entre lo real y lo ficticio que hago en mi novela El sueño del otro. Incluso se desarrollan intuiciones y tramas apuntadas en los microrrelatos de El libro de los pequeños milagros. Esto es así porque todos esos libros han convivido con este, cuya gestación ha sido durante todo este tiempo el centro de mi mundo. Y, además, porque esta vez tocaba acumular, después de una larga etapa. De manera que con el próximo libro tendré que reinventarme más de lo que he hecho con todos los otros.
¿Tienes un ilustrador de cabecera para las cubiertas o es cosa de la editorial?
En realidad, son ilustradores completamente diferentes. Quien dio forma a la ilustración de la portada de El asesino hipocondríaco fue el argentino Santiago Caruso. Y ahora, para El gran imaginador, Fernando Vicente ha hecho un estupendo trabajo. Lo cierto es que la editorial escucha atentamente todas mis sugerencias antes de iniciar el proceso. Y me dan un trato muy especial.
La palabra “imaginador” no sale en el diccionario de la RAE. Igual generas una entrada nueva. ¿Cuál sería tu definición?
Imaginador. 1. adj. Aquel que imagina sin límites. 2. adj. Aquel que vive más tiempo en el mundo de la imaginación que en ese otro que todos llaman realidad. U. t. c. s.
«Casi todo lo que nos afecta, para bien o para mal, se da dentro de nuestra cabeza. Y si esto es así, ¿por qué no imaginamos una vida mejor, ilimitadamente mejor?»
Hace un par de semanas fui a ver Un monstruo viene a verme y al leer tu libro he pensado “el amor está en el aire”. Habláis de la imaginación como salida de la crisis, sea cual sea la crisis de cada uno. Este es un libro sobre el poder de la imaginación para salvar la vida ¿no?
Así es. Una de los principios que late bajo la novela –aunque en un libro como este caben muchas cosas– es que la mayoría de los acontecimientos que nos suceden en nuestra vida ocurren dentro de nuestra mente. Casi todo lo que nos afecta, para bien o para mal, se da dentro de nuestra cabeza. Y si esto es así, ¿por qué no imaginamos una vida mejor, ilimitadamente mejor?
Ayer mismo leía información sobre una película que está a punto de estrenarse: Aloys. Parte de la idea de que un porcentaje muy alto de la vida tiene lugar en la cabeza de cada uno. Yo pensaba… dependerá de cada uno y de su cabeza… solo es una reflexión que comparto contigo por si quieres darme tu punto de vista.
Claro. El mundo interior es mucho más importante que el exterior. Entre otras cosas porque nunca jamás sabremos cómo ni qué es el verdadero mundo exterior, nunca alcanzaremos el noúmeno, lo que está más allá de nuestra percepción. Por lo tanto, los espíritus sensibles y los imaginadores sin remedio, todos aquellos que son capaces de construir un mundo interior más rico, vivirán en una realidad mucho más compleja, auténtica y fecunda. Esto es así tanto para bien como para mal. En algunos casos, la verdad, convendría ser un poco más simple.
La envidia de los mediocres, ¿alienta o puede acabar por minar la existencia de los brillantes? El primero que trata de hundir a Nikolaos Popoulos es un maestro con ínfulas y un harén de ovejas.
Depende. Si son muchos y persistentes, claro que pueden llegar a destruir a alguien con talento. Ha habido épocas enteras de la historia de la humanidad sumidas en la negrura porque unos cuantos mediocres se han hecho con el poder y las riendas del mundo. No hay que olvidar que no solo es necesario el genio para alcanzar un lugar de privilegio en la sociedad: también son indispensables la constancia, la ambición, la fuerza y, en muchas ocasiones, la manipulación y la flexibilidad moral.
En un tuit diría algo así como que El gran imaginador es una novela campo de minas que explotan cuando menos lo esperas. ¿Son minas predispuestas por ti o son minas que incluso pueden llegarte a explotar a ti?
Bueno, a mí me han explotado muchas. Por más que planees qué vas a escribir, por más esquemas que hagas, libretas que borronees y documentación que manejes, en multitud de ocasiones acabas llegando a lugares en los que no pensabas estar. Por suerte sigo aprendiendo y sorprendiéndome. Espero que el lector también se encuentre con muchas sorpresas.
A la madre, hasta donde he leído, dan ganas de matarla. ¿La redimes?
No, no la redimo. Hay cosas que no se deben perdonar.
Como no he terminado, no he sucumbido a la tentación de poner un espejo en las últimas páginas… y no sé si es fundamental para la novela… ¿Pongo el espejo o me espero?
Has hecho bien. Precisamente, esa es una de las razones por las que el texto final aparece invertido. Para ponerlo un poco más difícil a los extremadamente curiosos, ya que está lleno de spoilers. Sin embargo, hay también otras razones de índole literaria que justifican el uso de ese efecto: Popoulos inventa en su adolescencia una escritura inversa que, a lo largo de toda su vida, tratará de utilizar para volver atrás en el tiempo y deshacer los acontecimientos más tristes y adversos; es, además, la escritura que empleaba otro genio de su tiempo, casi tan anticipado y anacrónico como él mismo, Leonardo da Vinci; y, por último, ya había usado ese procedimiento en De mecánica y alquimia, y como te decía esta es una obra acumulativa.
«Nunca, hasta donde yo recuerdo, me he sentado a escribir a ver qué sale. Planifico siempre lo que voy a escribir, dónde quiero llegar y, sobre todo, cómo quiero hacerlo».
¿Te levantas y escribes a ver que sale? ¿Lo piensas mucho antes de escribir? ¿Corriges mil veces? ¿Ninguna? ¿Es ímpetu o es raciocinio? ¿Mezcla? Es una única pregunta que no sabía muy bien como formular.
Nunca, hasta donde yo recuerdo, me he sentado a escribir a ver qué sale. Planifico siempre lo que voy a escribir, dónde quiero llegar y, sobre todo, cómo quiero hacerlo. A pesar de ello, en toda esa ejecución aparentemente racional, debe de haber mucho de pasión y de ímpetu irreprimible. De no ser así, nunca me habría dedicado a una profesión tan sacrificada, tan maltratada y tan poco recompensada como es la de ser escritor en España.
Me viene a la cabeza otra referencia… El barón rampante… Conste que son referencias personales porque yo no soy capaz de crear de la nada como Nikolaos. ¿Tú? ¿Sientes que creas de la nada o tienes referencias?
Todos tenemos referencias. Italo Calvino, sin ir más lejos, sería una muy acertada. Todos nos movemos dentro de las coordenadas de la cultura, y todo creador –o pensador o científico– ha de leer y apoyarse en los otros para poder dar el siguiente paso. Si no fuese así, yo sería Nikolaos Popoulos. Pero la de mi personaje es una existencia imposible. Esa, y no otra, es la hipótesis fantástica sobre la que se levanta El gran imaginador.
Creo que tiene que ser tremendo ser Nikolaos Popoulos… o tú. Stieg Larsson se murió de escribir, no descansar, fumar y tomar café… ¿Cómo se gestiona una creatividad desaforada sin caer fulminado? Espero que no seas hipocondríaco…
No, por suerte no soy hipocondríaco. Aunque la hipocondría también me rodea. En mi caso, para compensar el desgaste, intento combinar largos periodos productivos con otros paréntesis de inactividad. Fue precisamente del ocio de donde nació la filosofía en la Grecia clásica. A veces en muy necesario no hacer nada en absoluto, para que comiencen a germinar ciertas semillas en la mente. Por cierto que llevo años sin descansar.
Si algo comparten El asesino hipocondríaco y El gran imaginador es tu capacidad de contar historias paralelas… siguiéndote un poco, casi se mastica una necesidad divulgativa por dar a conocer tu propia enciclopedia de conocimiento. ¿Crees que es tu firma?
A veces. Otras, no. Mis libros, hasta ahora, habían sido muy diferentes entre ellos. Es cierto que esta especie de narrativa erudita aparece como parte del tono en algunos de ellos, y supongo que reaparecerá de nuevo en el futuro. Pero en otras novelas, como en El sueño del otro procuro contar una historia –fantástica– desde una técnica y una prosa completamente sobria y ceñida a los hechos.
Por Nikolaos concluimos que “imaginador” se nace… ¿Y escritor? ¿Se nace también? Con la explosión de la edición online da por pensar que los escritores se hacen pero como longanizas…
Hay una parte que nadie te puede proporcionar, el talento. Pero el talento no es lo único que hace falta para llegar a ser un escritor, o un artista, o un atleta o un científico reconocido en tu ámbito. También son necesarias la voluntad y la disciplina. Sin una firme voluntad de conseguirlo y sin verdadera disciplina de trabajo sería imposible llegar donde es necesario. Y aquí entran en juego las cosas que sí se pueden enseñar: todo el mundo, con o sin talento, puede mejorar mediante el trabajo su escritura, aprender cuáles son los tipos de narrador, los elementos del ritmo, cómo construir una escena, cómo mejorar los diálogos… Aquel que además tenga talento, por supuesto, le sacará mucho más provecho a todo esto.
Espero, por la entrevista ya hecha, que no seas un escritor modesto… de hecho sería un palo que fueras modesto. Cervantes no lo era. Nikolaos no lo es, de hecho, la genialidad deja de ser genial porque forma parte de su esencia. ¿Un escritor sabe y reconoce su genialidad y no lo dice para no recibir collejas de los mediocres?
¿Esta pregunta se va a publicar?
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