Texto de Ángela Alarcón
Danny McCoyne se dirige a su aburrido trabajo en la Oficina de Tramitación de Multas del Ayuntamiento, cuando presencia una brutal agresión en plena calle. Inexplicablemente, un hombre la ha emprendido a golpes con una anciana hasta dejarla en el suelo en medio de un charco de sangre.
A partir de ese momento los episodios de ataques violentos se multiplican en la ciudad. Salir a la calle se convierte en un peligro. La televisión emite imágenes de ataques y programas especiales que ofrecen recomendaciones para protegernos de los denominados hostiles, personas que eran normales y que de repente, se transforman en asesinos despiadados capaces de matar a amigos, familiares y desconocidos. En medio de ese caos, Danny, tiene que proteger a su familia y evitar que eso entre en su casa.
En Odio no es una horda de zombies lo que amenaza a nuestra civilización ni tampoco un holocausto nuclear, ni un virus o un ataque terrorista, sino el miedo y, a su vez, el odio incontenible que súbitamente sienten unas personas hacia otras. Lo inquietante de esta novela es que nos recuerda demasiado a la realidad.