Un protocolo Triple A


Texto de BiPaul
Entrevistas facilitadas por Enrique Larriba Pastora (CFE)
Fotografías de UN Photo
Para realizar este reportaje hemos tenido la inestimable asesoría de Xandra Cuesta Pérez, Sara Cob de las Heras, y Cristian Salvador Peinado. Son antiguos/as alumnos/as de las dos últimas promociones del Máster de Eficiencia Energética y Gestión de Proyectos Energéticos que desde hace seis años ofrece la Compañía de Formación Empresarial (CFE).

En lo que se refiere al tema medioambiental, hay muchos intereses cruzados. En la ciudadanía española, el mensaje ha calado. Prueba de ello la encontramos en los informes que cada año lanza Ecoembes sobre los datos de reciclaje. Por tanto, y si esto es así en otros países, a priori, la ecología compra votos y vende productos. Sin embargo, y pese a lo que escriben en sus memorias anuales, las grandes empresas son reaccionarias al respecto y presionan a los políticos para que tengan manga ancha frente a determinadas prácticas. El resultado es que los avances son lentos. Para muestra, las tres últimas cumbres del Clima de Naciones Unidas, plagadas de palmadas en la espalda y sin compromisos briosos.

El cambio climático
Nueva York ha pasado unos días a quince grados bajo cero. Pese a la trivialidad con la que nos lo contaron, la ola de frío puso a los Estados Unidos en jaque, lo que empujó a la Casa Blanca a lanzar un vídeo informativo. En él, John Holdren, el asesor de Ciencia y Tecnología del presidente, decía: «creo que podemos esperar en los próximos años que como consecuencia del cambio climático, se producirán más episodios de frío extremo en las latitudes medias». En breve, la cumbre del Clima de Lima (COP20), en la que se espera cerrar un borrador para lograr un gran pacto contra el calentamiento global –que se firmaría en 2015 y sustituiría al Protocolo de Kyoto–, veremos si la administración de Obama está tan comprometida como parece. Lo positivo es que cada vez son menos los que ponen en duda la existencia del cambio climático.

The Berkeley Earth Project es un estudio realizado en 2013 por la universidad californiana dirigido por el profesor de física Richard A. Muller. En él se manifiesta la realidad del cambio climático con datos neutrales. No es un informe radical. Más bien todo lo contrario. Muller advierte de que lanzar datos catastrofistas solo sirve para regalar argumentos a los que niegan la mayor, como en el cuento de Pedro y el lobo. Según el físico, si personas como Al Gore tuvieron alguna credibilidad, sus exageraciones han sido la causa del rechazo hacia quienes exigen decisiones efectivas. La duda es si la Universidad de Berkeley considera exagerado un estudio de la Universidad de Oxford, que demuestra que la temperatura media puede situarse cuatro grados por encima de la registrada antes de la Revolución Industrial. El informe británico advierte de que esta situación causa sequías, tormentas, inundaciones y olas de calor, con efectos drásticos en la producción agrícola y sus consecuencias secundarias, como la migración masiva. De momento, es difícil achacar los desastres naturales a una mala praxis productiva en el primer mundo.

Enrique Larriba, de CFE nos explica algo que frecuentemente olvidamos: “el cambio climático y los acuerdos o desacuerdos habidos en las diferentes cumbres del clima, han presentado una gran controversia, parece evidente –con numerosos estudios científicos que así lo corroboran– que la componente antrópica de cambio climático es muy significativa, pero no se puede obviar, que el cambio climático es también un proceso natural que ha acompañado a nuestro planeta desde el principio de los tiempos, con eras glaciares y periodos más calurosos, incluso en los últimos dos mil años, antes de que el homo sapiens tuviera la capacidad de alterar el clima global, se han sucedido periodos más fríos y cálidos que el periodo climático actual”.

MI HUELLA ECOLÓGICA

Al Gore, que ganó un Oscar con su documental Una verdad incómoda, se vio en un brete cuando al Centro de estudios Tennesse Center for Policy Research le dio por calcular su huella ecológica y descubrió que su casa consumía veinte veces más de electricidad que la de cualquier otra familia estadounidense. Ese pequeño escándalo hizo que muchos descubriéramos que nuestro impacto medioambiental se podía cuantificar. También tomaron nota en el Parlamento Europeo. En España se han puesto en marcha medidas como el pago obligatorio por un Certificado de eficiencia energética, antes de alquilar o vender un piso. Desde el gobierno no se han dado demasiadas explicaciones, y la ciudadanía ha entendido que se trata de un nuevo método de recaudación. Xandra Cuesta Pérez, nos advierte: «Todavía la legislación no es clara en algunos aspectos, por lo que aunque en la especialización de Responsable de Eficiencia Energética pueda especializarse gente de ciencias, por ejemplo, a los licenciados en ciencias ambientales, todavía no se nos reconoce legalmente para ciertos trabajos, como es la certificación energética de edificios. Por esa confusión hay mucho intrusismo laboral». El de estos certificados es un caso claro de que más le vale a cualquier gobierno hacer las cosas bien de una vez que ir a trompicones.

Medidas globales
En esta revista, allá por 2006, Amaya Asiain publicaba un excelente y divulgativo reportaje sobre el Protocolo de Kyoto. No en vano, 141 países se acababan de poner de acuerdo para firmar un compromiso legal que rebajara la producción de gases de efecto invernadero. Cuando se rubricó, la noticia ocupó grandes titulares. El plazo de cumplimiento de los objetivos expiró el 31 de diciembre de 2012. En 2011, en la cumbre de Durban nadie habló de fracaso, pero sí se admitió que el conjunto de países que lo aplicaron no consiguieron llegar al 5% en la reducción de gases, porcentaje fijado en Kyoto. En 2013, en Varsovia, todo fueron formalidades. Poco a poco la redacción de un texto se ha ido retrasando y parece que será en 2014, en Perú, cuando cobre forma. Pero si muchos expertos exigen un protocolo más ambicioso, los grandes grupos empresariales –a través de la presión de sus lobbies– y superpotencias como China, piden más flexibilidad para suscribir un documento en París 2015. El argumento que barajan tiene que ver con un supuesto freno a la productividad en plena crisis. Si para producir hay que contaminar, y para emitir gases hay que comprar derechos de emisión a otros países, las cuentas no salen. Eso sí, nadie habla de invertir en I+D para dar con procesos menos contaminantes.

Cristian Salvador Peinado, miembro del departamento de calidad de Tiendalista, es muy crítico con los acuerdos que permiten a los países ricos contaminar a cambio de pagar por emisiones a los países menos desarrollados. Nos pone un ejemplo muy fácil de entender: «de todos es conocido que el grandísimo crecimiento económico de China está ligado a un aumento sustancial de sus emisiones. Este crecimiento económico es el que vivió Europa en los siglos xix y xx, donde las emisiones de CO2 –entre otros muchos gases– se incrementaron de una manera desmesurada. Si China puede emitir 18.000 toneladas de CO2 y vende 8.000, lo único que le queda por emitir a China son las 10.000 toneladas restantes. Pues bien, si vendiera sus derechos de emisión no podría seguir creciendo. Esto es lo que les está pasando a muchos países en vías de desarrollo, que como ven una entrada fácil de dinero a sus arcas, se quedan rezagados y a expensas de la venta de sus emisiones».

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El desenlace: final abierto
En la Unión Europea en los últimos cuatro años se han reducido las emisiones de gases de efecto invernadero. Lo que no se aclara es si esta tendencia demuestra la efectividad del Protocolo de Kyoto o es una consecuencia de la crisis –e incluso de la subida de las temperaturas, dado que el gasto por calefacción, por ejemplo, ha bajado notablemente–. En todo caso, Xandra Cuesta Pérez, Técnico en el Departamento de Prevención, Calidad y Medio Ambiente de la Asesoría ADHIR nos advierte: «estas normativas no valdrán eternamente, es una solución a corto plazo. A largo plazo, las empresas se tienen que dar cuenta de que tienen que cambiar su mentalidad y empezar a apostar por la investigación e innovación. El futuro sería más esperanzador para todos si las empresas se esforzasen en hacer las cosas bien invirtiendo, no recurriendo a soluciones fáciles como la compra de derechos. Es arriesgado, pero cada vez se pueden ver a más entidades que se salen de las líneas generales y tienen éxito».

Por tanto, es necesario concienciar y demostrar a los que manejan los hilos que con una gestión eficiente, ganamos todos. Sara Cob de las Heras, Consultor de Eficiencia Energética Industria, apoya la tesis con datos económicos: «el peso que tiene el coste energético por unidad de bien producido es muy elevado en la actualidad, por lo que apoyarse en mejoras energéticas, reduciendo dicho peso, aumentará la competitividad de las empresas, tanto nacionalmente como en el extranjero, donde en muchos lugares competir es ciertamente complicado».

Como colofón a este reportaje, las palabras de Enrique Larriba: “Independientemente de que la componente humana o natural tengan mayor peso en el cambio climático, la velocidad de este cambio no tiene precedentes en la historia de la tierra, por lo que si no se toman medidas, muchas de las especies que habitan este maravilloso mundo, serán incapaces de adaptarse al cambio, y posiblemente parte de la humanidad tampoco lo sea, porque las condiciones para la vida en amplios territorios del planeta no sean suficiente para su desarrollo.

Tenemos que ser optimistas, en los últimos 30 años el avance en la protección del medio ambiente ha sido muy grande, una parte significativa de los ciudadanos están concienciados con los problemas ambientales que acosan al planeta, diferentes gobiernos y organizaciones supranacionales han tomado medidas diversas, la componente ambiental se ha internalizado en muchas empresas y organizaciones, así que la acción común de las diferentes partes interesadas, junto a la tecnología y el conocimiento humano, harán posible que el suelo que pisamos y el aire que respiramos, permitan al ‘mono desnudo’ y las especies que le acompañan seguir habitando este mundo por muchos milenios”.

CIUDADANOS RESPONSABLES VERDADES BUSCAN

¿Qué es más eficiente, cambiar la lavadora por una de triple A, para cuya fabricación se consumen recursos, o esperar a que se rompa la vieja? El tetrabrik se comercializó como un producto muy fácil de reciclar y sobre él se cierne hoy la sombra de la sospecha… «lo mismo pasa con la palabra verde o con el prefijo bio usado en muchos productos. Son temas que generan gran controversia –nos dice Xandra Cuesta Pérez– porque en ellos hay muchos intereses económicos. Se nos intenta manipular. Esto hace imprescindible que se facilite información fiable, que se realicen buenas gestiones en todos los ámbitos y que se persiga y se castigue el fraude. Es importante que aprendamos a pensar solos y a buscar fuentes objetivas que no tengan intereses que contaminen los mensajes».

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