Delaporte: «Las montañas»


Entrevista de Covadonga Carrasco
Fotografía (c) de Martina H, cortesía de Promosapiens
Más información: https://delaportemusic.com/

Sacar un discazo (Las montañas) en mitad del confinamiento, en una pandemia mundial, probablemente ahora no tenga el reconocimiento que se merece. Pero la valentía y las ganas de hacer que no pare la música en un momento como este, es de agradecer, si además es un disco alejado del buenísmo, que te toca pero que habla claro de cosas que normalmente no son políticamente correctas, también. Hablamos con Sergio Salvi y, nos pegó un chutazo de energía alejado del «Instagram de la vida».

Al escuchar el disco la sensación ha sido curiosa… De que te envuelve.

Un abrazo, vaya. Aunque hubiésemos querido hacerlo de manera consciente no nos hubiese salido. Me alegra un montón que te haya dado esa sensación. Vomitamos música con pocas intenciones, más allá de lo que nos entusiasma en ese momento.

Cuando sacáis un disco, de la intención con la que lo hacéis a la forma en la que lo recibe al que le llega, cambia mucho. Sin embargo, este disco parece que está hecho adrede para un momento como el que estamos viviendo.

(Risas) Sí, sí… nosotros también lo hemos pensado. Es verdad que el disco se compuso antes de la pandemia y todo lo que estamos viviendo, aunque trata básicamente de temas muy actuales. La búsqueda de la identidad en un contexto social repleto de opresión, estereotipos, reglas no escritas de cómo debe uno de ser y cómo comportarse…

Y cuando entramos en la pandemia se nos planteó que retrasáramos al año que viene la salida del disco. Pero no quisimos, porque creímos que se podía reinterpretar en otra clave. Es un disco que habla de superación, de buscar la fuerza, en un principio de los obstáculos que uno tiene dentro, pero también del momento que estamos pasando. Además, la música no puede parar y si la gente deja de sacar discos… Más que nunca necesitamos de la cultura, de la música.

«Las cosas salen, a lo mejor, porque llevamos mucho tiempo hablando de ciertas temáticas entre nosotros o con nuestro ambiente».

Es curioso porque el punto de vista del que se tratan todos estos temas se aleja mucho del “buenísmo” en el que parece que hemos caído y que es tan horroroso. Es mucho más real.

Totalmente. Me encanta que digas eso porque en realidad es casi un diario. Cuando nos ponemos a hacer canciones, sobre todo cuando Sandra se pone a escribir la letra, casi nunca tenemos de antemano una idea concreta de lo que vamos a hacer. Las cosas salen, a lo mejor, porque llevamos mucho tiempo hablando de ciertas temáticas entre nosotros o con nuestro ambiente.

Cada uno por nuestra parte tenemos nuestros propios recursos, pero en el fondo es lo mismo, una búsqueda de la identidad y de la lucha contra ciertos patrones que tenemos muy interiorizados y que vienen de la cultura patriarcal. En nuestro caso los patrones son los mismos. Obviamente a una mujer le afectan de una manera y a un hombre de otra, pero en cualquier caso, es necesario identificarlos, sacarlos, darles la vuelta… Nosotros estábamos inmersos en todo ese proceso y ha coincidido con este momento. Por eso las letras se reflejan de una manera tan natural. En el caso de Sandra, por ejemplo, lo que iba pasando, sufriendo y aguantando.

No se podía esconder la parte dura de ese proceso y llegar directamente a la parte buena de: «qué bien, te he mandado a la mierda», «qué bien, ya lo he superado todo», porque entonces eso sería el Instagram de la vida, y lo que queríamos era enseñar todas las facetas de un proceso. Si no, ¿de qué va a servir? Una cosa es que una persona se identifique y otra es que aspire a algo. Nosotros queremos que la gente se identifique y para eso necesitábamos mostrar todas las facetas del ser humano.

Uno de los temas que más me ha llamado la atención es «No». Llevaba mucho tiempo sin escuchar algo que reivindique la necesidad y el derecho a estar frustrado, de tener sentimientos negativos, etc. Que parece que no es lo socialmente aceptado últimamente.

Es la reivindicación de la tristeza como parte de la vida y de la cotidianidad. Casi todos los días tienen momentos de tristeza, semanas que tienen días de tristeza y meses que tienen semanas de tristeza. Es una parte que completa la vida. Sin esto, tampoco podríamos apreciar la serenidad y la felicidad, que creo que existe porque es la contraposición a lo que es el bajón, cómo superarlo y a ese proceso de admitirlo, reconocerlo, ponerlo delante de tus ojos y de los demás y decir: “Estoy deprimida”, “Estoy hecho mierda”. Ese es el primer paso, y el más importante, para luego decidir luchar y encontrar la clave dentro de ti.

Es que si no lo reconoces, no hay problemas y nunca hay que enfrentarse a nada…

 

«Como músicos creo que nunca nos hemos unido, no nos hemos parado a pensar cuáles eran las condiciones laborales que teníamos y claro, ahora nos encontramos totalmente desamparados…»

En el disco está presente eso, vamos a reivindicar lo que somos, pero de un modo muy real. Unido a la situación que nos ha tocado vivir. No sé si precisamente por eso y por la sensibilidad particular que tenéis por ser artistas, habéis conseguido hacerlo de un modo tan claro.

No, no, totalmente. No creo que por ser músicos, sino por cómo nos está afectando como gremio. Hay muchísimos sectores que están sufriendo todo esto, pero creo que la diferencia que tiene la música es que nunca ha conseguido hacerse gremio.

Lo que estamos viendo, además ahora con este problemón contra el que no podemos hacer nada, es toda la cadena de errores que ha habido en el pasado y que nos ha llevado hasta aquí.

Como músicos creo que nunca nos hemos unido, no nos hemos parado a pensar cuáles eran las condiciones laborales que teníamos y claro, ahora nos encontramos totalmente desamparados sin un marco legal que nos pueda dar algún tipo de beneficio de asistencia social. Otros sectores de la cultura sí que tienen algún tipo de soporte, aunque lo están pasando igual de mal, a ellos sí se les considera cultura. A la música no, la música se ve como ocio.

Un concierto se equipara a una fiesta, a una discoteca. Y sí, claro que tiene efectos fiesteros, pero es que es cultura. El problema es que nosotros mismos, los músicos, no nos creemos que nuestro trabajo sea algo “serio”, otro constructo social que debemos replantearnos. No pensamos que nuestro trabajo sea igual de serio que el de un arquitecto. Nos sentimos afortunados por dedicarnos a algo que nos apasiona y quizá, por eso, no sentimos que tengamos el derecho de reivindicarnos.

Precisamente esto mismo lo hablaba con David “El Indio”, de Vetusta Morla, en una entrevista en confinamiento. Si los propios músicos no comienzan a valorar el trabajo que hacen, es muy difícil que el resto lo haga. Durante el confinamiento habéis “regalado” vuestro trabajo, a la gente le ha servido para desconectar y pasar ese trago de un modo mucho más fácil…

Sí, sí, pero es porque crecemos con un modelo que es el de un entorno social en el que se te repite constantemente que de la música no se puede vivir, que es un hobbie, que no es una profesión… Como el chiste: «¿Qué haces? Yo toco. Ah vale, pero… ¿en qué trabajas?».

Esos chistes, esos comentarios, aunque no sean para hacer daño, se van metiendo poco a poco y cuando eres un adolescente que tienes unos sueños y ves que socialmente no tienes esa aceptación, ese apoyo o ese empujón que podrías tener si dijeses que quieres ser abogado… Hacen que, tú mismo, no te tomes en serio. Y si acabas viviendo de esto, te repites constantemente la suerte que tienes por poder hacerlo cuando, a lo mejor, un ingeniero no dice eso, sino «me lo he currado».

A mí me ha pasado con mis padres y con mi entorno, que yo sé que no es con maldad, que es preocupación, pero son patrones paternalistas y patriarcales que es lo que hemos mamado toda la vida.

Por eso, tenemos que pararnos a verlo. Yo trabajo un montón, me siento un día en el ordenador a producir, sin ningún tipo de objetivo, solo a probar un sintetizador, un cacharro nuevo… Hace muy poco tiempo que he empezado a decir: «Me voy a poner a trabajar». Antes no le daba valor de trabajo a eso, cuando en realidad explorar texturas y sonidos es esencial para mi trabajo.

«Si quieres ser fuerte como gremio tienes que unirte, tener conciencia de clase».

Os habéis dado cuenta de que ahora los músicos os necesitáis los unos a los otros y los egos han quedado a un lado…

Ojalá haya llegado este momento. Existe una clave súper importante para cualquier entorno de trabajo, pero sobre todo en la música… No hay más que ver la típica frase de «divide et impera». Si quieres ser fuerte como gremio tienes que unirte, tener conciencia de clase. Es un filtro muy válido todavía. Los músicos parece que están despertando, la situación está siendo tan jodida… hay tan poca tarta para repartir… que mejor colaborar.

Cuando menos unión ha habido entre nosotros es cuando había más dinero. Los demás eran competencia, no eran personas con las que repartir y crecer juntas. Ahora que no hay dinero pues, por lo menos, hago lo que me gusta, me quito de la cabeza ambiciones económicas y disfruto de colaborar con gente, que al final es lo que nos nutre.

No crees que también ha llegado el momento de educar al público y dejar de ofrecer cosas gratis.

Lo de ofrecer música gratis es algo de los últimos quince años. Viene del problema de la piratería, de la crisis del mercado del disco, de la destrucción de la industria de las discográficas. El dinero llegaba de otras partes como el directo, principalmente, y de los derechos de autor, que siempre han sido negocio, pero ahora más aún.

Al final eso que dices de regalar música se ve como una especie de “autopromoción”. Una de las consecuencias negativas de la piratería, es que el músico no podía vivir ya de los discos. Lo que se vende hoy es irrisorio. Ha tenido una consecuencia positiva: se ha democratizado la industria y tiene visibilidad mucha más gente. El fenómeno es posible desde abajo. Hoy hay virales que antes no eran posibles. Antes solo salían grupos o músicos con una discográfica detrás que estuviese interesada en lanzarles. Ahora ya no es necesaria la discográfica. La música circula de una manera súper libre.

Esto hace que te puedas promocionar desde abajo. Pero también es muy difícil, porque se ha creado una marea enorme de producto. Y el consumo de producto también es mucho más rápido. Hoy sale un tema y mañana sale otro. Es algo contra lo que ya no se puede luchar.

El problema es que antes había conciertos de los que poder vivir, ya no…

Claro, claro, pero es un momento que es puntual, una pausa y en esa pausa hay que luchar por un reconocimiento de la música como cultura y, por tanto, que tenga el apoyo del Estado, ayudas. Es la única manera, igual que la gente que está en ERTE o el sector de la hostelería.

Sin embargo, la sensación que tengo es que el sector de la cultura protesta, pero lo hace bajito.

Es lo que hablábamos antes, es un sector laboral que no se atribuye a sí mismo una dignidad laboral y que no se considera tan importante como otros. Ahora, se está pagando esta actitud y esto espero que nos haga despertar.

Ha habido alguna pequeña señal, como un par de manifestaciones de Alerta Roja, que se organizaron muy bien, pero que eso mismo, hacerlo bien y que hubiese las distancias de seguridad, etc., dejó fuera a mucha gente. La sensación de dentro fue «mira qué bien lo hacemos» y desde fuera fue «bah, son cuatro gatos».

Pero volvamos al disco. Si hay una cosa que resulta fascinante de vosotros son las colaboraciones. Capaces de hacer una canción con Ximena Sariñana y otra con Putochinomaricón … Y lo mejor, que todo suena increíble.

Las colaboraciones son una pequeña muestra de cómo son nuestras playlist, donde hay de todo. Escuchamos mucha electrónica, pero también hay mucha música latina, Natalia Lafourcade, Ximena Sariñana, Mon Laferte, también hay hip hop, estadounidense, no te voy a mentir, pero, por ejemplo, en el caso de Arcano, es que él nos inspiró mucho como persona. También hay rock, hay punk, por eso Ginebras…

Las colaboraciones no salieron porque pretendiésemos buscar colaboraciones de gente de distintos géneros, en cada tema, nos ha pegado la gente a la que hemos llamado.

Por ejemplo, «Bang Bang», era muy reivindicativo con una sonoridad muy sucia, underground, rockera, muy punk y Ginebras tiene toda esa actitud. Son unas chicas muy reivindicativas y tienen esa fuerza,  que va desde el enfado al al «paso de ti» al mismo tiempo. Hay un tipo de punk que es todo rabia y ellas tienen ese «después de la rabia». Eran perfectas.

En el caso de Putochinomaricón… es que lo amamos como persona, como artista, como escritor y queríamos colaborar con él desde hace un montón y estábamos buscando la excusa… Pero nosotros haríamos un disco entero con él.

Es un disco redondo tanto por las colaboraciones por cómo se tratan los temas alejados del «Instagram de la vida» como decías antes. Pero hay otra colaboración maravillosa que habéis hecho un grupo de artista con un tema que pone la piel de gallina, «Cuando calla el cantor».

Nos mandaron un mail súper detallado de todo el proyecto que, por la gente involucrada, lo que significaba… Teníamos que hacerlo.

Es un tema además perfecto para toda esta locura que nos está tocando vivir…

Es optimista y me gusta mucho esa visión diferente. Como es lógico en esta situación hay gente con un punto de vista muy catastrófico y hay un documental Hey Joe, que habla sobre lo que está pasando en el sector musical. Hecho por un periodista que trabajó en Live Nation y habla con backliners, artistas, etc., y para cerrar, acaba hablando con Raphael en un Wizink totalmente vacío, que da grima verlo, pero Raphael con una sonrisa y una positividad, que te carga de energía porque después de tantos problemas y tanta negatividad… Un «venga, vamos que lo podremos superar», hace falta.

«Nosotros sabemos que este año no vamos a ganar, que estamos viviendo de ahorros porque hemos tenido la suerte de poder ahorrar en los años anteriores. Y ahora nos toca gastárnoslos para poder seguir».

¿Cómo os planteáis la promo del disco, los conciertos, etc?

Somos optimistas, seguimos con nuestro planteamiento de gira de presentación del disco que comenzará en enero y, por supuesto, hacerla en las condiciones en las que se pueda hacer, con aforo reducido, la gente sentada con su mascarilla… Pero tenemos que hacer algo, porque esto no puede parar. Por lo mismo por lo que hemos decidido sacar un disco, aunque no vayamos a ganar nada, pero queremos hacer sentir que la música está, que se puede hacer de manera segura y hacer un llamamiento al público, no solo para nuestros conciertos, sino en general.

El otro día fui al teatro, he ido dos o tres veces durante la pandemia y siempre lo he visto lleno, no ha salido ningún brote de un teatro, la gente ve que se puede hacer. Así que también tienen que convencerse de que la música no es necesariamente desfase y fiesta, que puede ser lo mismo que el teatro, sentarse con la mascarilla y disfrutar de un concierto. Incluso hasta un concierto de Delaporte que es un concierto de electrónica y mucha energía, no es lo óptimo, pero mucho mejor eso que estar en casa calentando el sofá.

Hay conciertos que directamente no se plantean porque económicamente no son rentables y cada uno tiene sus estrategias. Nosotros sabemos que este año no vamos a ganar, que estamos viviendo de ahorros porque hemos tenido la suerte de poder ahorrar en los años anteriores. Y ahora nos toca gastárnoslos para poder seguir.

¿Qué mensaje le mandas al público?

Si les tuviese que decir algo es que sigan en la lucha siempre, en todo, dentro de ti y fuera de ti porque la lucha es vida y la historia de la humanidad y la civilización es lucha, pero no en un sentido violento, sino en un sentido positivo. Destruir para construir.

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