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Texto de Sandra Sánchez
Fotografía Panorámica de la Cartuja de Valldemosa. Fotografía [cc] de Falco Ermert [Flickr]
«El cielo es de turquesa, el mar es azul, las montañas de esmeralda y el aire es justamente como el azul del cielo. El mar, las montañas, palmeras, un cementerio, una iglesia del tiempo de los cruzados, una mezquita en ruinas, olivos milenarios… Todo cuanto pueda soñar el pintor o el poeta los ha creado la naturaleza en este lugar»
Así describía Frédéric Chopin Valldemossa. El polaco llegó a la Real Cartuja de Valldemossa en 1838 y este fue su refugio aquel invierno junto a George Sand (pseudónimo de la escritora Aurore Dupin). Más adelante hablaremos de ello.
El camino
Mallorca, la isla, tiene algo impagable. Siempre permite al viajero huir de la marabunta y perderse por sus serpenteantes carreteras. En menos de lo que te imaginas llegas a algún sitio aunque no quieras, porque el paisaje en sí es un destino. Si desde la capital nos lanzamos hacia el norte, el camino se convierte en el modelo para un lienzo de Rothko. A un lado descubrimos la montaña en la que contrastan los verdes pardustos de los árboles y los amarillentos reflejos de la flora isleña. Al otro lado, está el mar azul e infinito. Empapadas de texturas y colores llegamos a Valldemossa, a tan solo diecisiete kilómetros de la capital y ubicada en la Serra de Tramuntana.
La inspiración
En 2011 la Serra fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en la categoría de Paisaje cultural, «por su peculiar combinación de sistemas hidráulicos aplicados al regadío, de origen islámico, para el cultivo de huertas y cítricos». Los olivos retorcidos cohabitan con higueras, almendros y naranjos. Leo que estas postales inspiraron a Gustav Doré para sus dibujos de la Divina Comedia. Nunca se me habría ocurrido que ese paisaje pudiera suscitar infiernos.
El emblema de Valldemossa es su Cartuja. Como decíamos al principio, allí pasaron un inverno Chopin y George Sand. Unos años más tarde, la francesa publicó Un invierno en Mallorca, un cuaderno autobiográfico y controvertido. Quizás por eso en el pueblo presumen más de músico que de escritora. En la celda número 4 de la Cartuja se conservan el piano y la máscara mortuoria de Chopin.
Ellos no han sido los únicos ilustres del lugar. La lista incluye a Rubén Darío, a Miguel de Unamuno, a Azorín, a Jorge Luis Borges o a Eugeni d’Ors. Actualmente la pareja más famosa del lugar la componen Catherine Zeta-Jones y Michael Douglas. Su casa de verano, s’Estaca, fue propiedad del archiduque Luis Salvador de Austria y está en el corazón de la Serra de Tramuntana.
Algo de Valldemossa
La Cartuja fue levantada en el siglo xiv sobre un edificio árabe. Tiene zarpazos de todas las épocas y hoy es, casi íntegramente, un conjunto arquitectónico del siglo XVIII y principios del XIX. Reducir Valldemossa a este edificio sería injusto.
Valldemossa es un cúmulo de callejas empinadas y casas de piedra que con su simple existencia, hacen que se pare el tiempo. Si no hubiera coches, ni gente vestida a la moda, podríamos pensar que la carreterucha nos ha colocado en cualquier lapso de la historia: vas a parar a un pueblo eterno. Y por las calles llegaremos a los sitios que las guías dicen que hay que ver: la Iglesia de Sant Bartomeu, el Palacio del Rey Sancho, los Jardines del Rey Juan Carlos…
Ojo, que Valldemossa tiene puerto. Está a unos kilómetros del pueblo y se va por una carretera estrecha. El propio recorrido nos ofrece una estampa impresionante del valle de Sa Marina. Quizás veas el salto de agua Rei de Teules. Llegarás a una cala de piedras y a lo que antaño fue un pequeño puerto de pescadores. Aunque casi todas esas casas son residencias de verano, el lugar tiene encanto.
Más información: https://www.valldemosa.es