[Soy Nevenka] de Icíar Bollaín


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Texto de Sandra Sánchez

Dirección: Icíar Bollain. Guion: Icíar Bollain,
Con Mireia Oriol, Urko Olazabal, Ricardo Gómez, Carlos Serrano, Lucía Veiga, Mabel del Pozo, Luis Moreno, Javier Gálego, Mercedes del Castillo y Font García.
España, 2024

El público de San Sebastián acogió a Nevenka Fernández, la mujer real, con un largo aplauso. Ella acogió ese aplauso con lágrimas. No sabemos qué pasaría por su mente. Quizás sintió que Icíar Bollaín, a través del cine, había logrado traducirla. O quizás que por fin la sociedad era capaz de entenderla a ella y la abrazaba; a ella, la misma mujer que tuvo que marcharse de España para conseguir trabajo aún habiendo ganado un juicio.

La película

Bien por la memoria de las personas que vivimos esa historia en tiempo real, o bien a través del libro de Juan José Millás, o por la obra de teatro de María Goiricelaya, o por la miniserie documental de Maribel Sánchez-Maroto, cualquier persona tenía su película sobre Nevenka en la cabeza. ¿Qué podía contar Icíar Bollaín? Podía convertir el relato en escena, ficcionar la realidad y dejarnos ver lo que pasaba en los espacios cerrados e íntimos. Nos lo han contado, pero nunca lo hemos visto. (La canción original se llama «Cuando nadie ve», y es de Fillas de Cassandra).

En todas las entrevistas, Icíar Bollaín cuenta quería centrarse en el acoso. Nos entrega sucesiones de secuencias que son una depuración de las típicas pelis de terror psicológico en las que la protagonista corre, se esconde, respira agitada y el público está esperando a que suene un teléfono o se caiga una cazuela para soltar la tensión acumulada en un grito. En Soy Nevenka no hay ni grito ni risa después del grito. Solo hay tensión que se acumula y crece. Es una historia real.

Otra reflexión tiene que ver con una contraposición de dos tiempos. Hay un tiempo muy de época y hay otro tristemente universal. En el tiempo «de época» se sitúan los medios de comunicación y los vecinos de Ponferrada. En el tiempo universal está el acoso. Somos muy conscientes de que en este momento la sociedad no actuaría de la misma manera —de hecho las noticias nos lo están demostrando—, también sabemos a ciencia cierta que eso mismo o muy parecido, está sucediendo ahora.

Es una película que no le gusta a nadie, ni por el fondo ni por la forma. La única fórmula de dulcificación que encuentra para no ser insoportable está en algunos personajes secundarios y en la maestría de la directora y del equipo artístico. En otras manos sería un o telefilme cutre o un monstruo amarillesco. Que no nos guste no significa que no sea buena y mucho menos que no sea una película socialmente necesaria.

Las mujeres de Icíar Bollaín

Sería muy de mujer disculparme antes de meter la pata con lo que voy a decir. Pensaba en su filmografía —sin buscarlo en google— y me acuerdo Hola, ¿estás sola? —que siempre digo que es de mis películas favoritas aunque casi ni me acuerdo de qué va— Mataharis, Katmandú, Te doy mis ojos, La boda de Rosa, Maixabel, El Olivo… Y caigo en la cuenta de que he hecho un paralelismo entre Almudena Grandes e Icíar Bollaín. Creo que tiene que ver con los retratos de mujeres en ambas obras: casi siempre nos presentan como personajes falsamente planos, en los que la mala es la buena, casi siempre. Y así podemos buscar la yuxtaposición de muchos adjetivos: la débil es la fuerte, la loca es la cuerda, la infeliz es la digna, etcétera, etcétera. La verdad de Nevenka ofrece a Icíar Bollaín la posibilidad de explorar esta teoría mía, y ha encontrado en Mireia Oriol una aliada perfecta para llevarlo a cabo con éxito: quizás es que para ella Nevenka no es su personaje, sino un espejo.

Las dos décadas

Hace veintiún años Icíar Bollaín rompía con muchos estereotipos sobre la violencia de género en Te doy mis ojos. El maltratador cambiaba la careta de monstruo por la de ser acomplejado. Mostró sus grietas. La directora nos explicaba en una entrevista —con motivo del estreno de Katmandú—, lo siguiente: «En la preparación de Te doy mis ojos, me encontré con relatos de auténticos torturadores, pero no creo que valga la pena hacer una película sobre ese tipo de personas. Si es un torturador que le metan en la cárcel, pero ¿y el que no es tan torturador y es capaz de hacer muchísimo daño? Intenté entender de dónde viene él y qué tiene detrás para saber por qué está comportándose así».

En Soy Nevenka, el guion explora todas y cada una de las aristas que traspasan las situaciones de acoso y quizás, para hacer el retrato del acosador, la indagación ha sido similar a la de Te doy mis ojos. En las notas de la directora leemos: «Urko también acomete con mucha valentía este personaje complejo, contradictorio, simpático y carismático a veces y oscuro y sin empatía otras. Los dos se han compenetrado a tope en este baile siniestro que es su relación y tienen momentos juntos muy sobrecogedores».

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