PARÍS


Texto de Reyes Muñoz
Fotografía: Danorbit http://www.flickr.com/photos/danorbit/

El cine ha contribuido a hacer que París sea, en la memoria popular, una de las ciudades más bellas del mundo. Lo cierto es que el que viaja allí, se encuentra con las mil caras del prisma: París bohemio, París romántico, París económico, París culinario, París de Napoleón, París monárquico, París del arte, París de la fusión…

Dos advertencias: a los parisinos no les gusta que les hables en inglés y para ellos los precios que manejan son los normales, para nosotros una estafa. Es decir, el popular dicho de «Barcelona és bona si la bossa sona» es fácilmente aplicable a la capital francesa. Además añadir que París es una ciudad muy, muy, muy grande, por lo que hacerla andando requiere o de una preparación física de varios meses, o de acudir al metro y comprarse una tarjeta que sirve para varios días. En ese sentido, el dinero no es un problema, y si además quieres visitar museos y esas cosas, puedes adherirte a otra modalidad de abono que incluye las entradas.

Dicho esto, una de las primeras visitas podría ser a la Torre Eiffel, bastante impresionante y gracias a la cual nos hacemos una idea espacial de París. La opción de subir por las escaleras es muy sana pero el consejo es que paguemos para ir en el ascensor.

Para los románticos, un buen paseo es el que se hace a lo largo del Sena. Seguramente en el hotel nos habre-mos encontrado con un folleto que te habla de cruceros en barco, por si alguien se quiere hacer un regalo. No obstante, lo más recomendable es ir a pie, ya que de esta forma podremos hacernos fotos en todos los puentes, desde diversas perspectivas y llegar a Notre Dame. Si tienes la posibilidad de acudir a una misa cantada, no te la pierdas, es gratis y está interesante.

Para los bohemios, y para los amantes de Amelie, la visita al Sagrado Corazón y al barrio de Montmatre es casi una obligación. Cuando uno se baja del metro y ve lo que tiene que subir se le quitan las ganas de todo, pero merece la pena. Una vez que estamos a la altura del templo, la alegría es saber que todo lo que resta es bajar. Y Montmatre es un verdadero laberinto de calles, que van a parar a una plaza llena de pintores que venden sus obras y hacen retratos.

Muy cerca está la zona golfa de París, con el Moulin Rouge por bandera. Sorprende el gran aspa del molino, sorprenden los carteles de sexo y juego, pero lo que más sorprenden son las colas de japoneses a la entrada del cabaret. Y si uno está de humor y no sabe lo que hacer, puede ir al Museo Erótico, que aunque bueno, bueno, lo que se dice bueno, no es, tiene cosas bastante divertidas.

Hay dos tumbas que se han convertido en un particular camino de Santiago para los turistas. La primera es la de Jim Morrison, en el cementerio de Père Lachaise -donde hay un montón de gente importante enterrada, como Oscar Wilde, Chopin, Balzac, Proust, Delacroix, Edith Piaf…- y la segunda, la de Napoleón, en los Inválidos. ¡Viva la revolución!

Para los siniestros, la aventura más atractiva consiste en una visitilla a Les Catacombes. La historia es que en el siglo XVIII en los cementerios no cabía ni un muerto más, por lo que las autoridades decidieron exhumar cadáveres y trasladarlos a unos hoyos excavados en los túneles de una cantera subterránea abandonada. La experiencia consiste en descender unos veinte metros bajo tierra y pasearse a través de pasillos atiborrados de huesos.

Y de París se pueden contar muchas más cosas. Hay que ver la Madelaine, Las galerías Lafayette, la Avenida de los Campos Elíseos, La Sainte Chappelle, el Centro George Pompidou, el Arco del Triunfo -al que puedes subir pagando- por supuesto el Louvre -donde nunca serás capaz de percibir la sonrisa enigmática de la Monalisa- y el Museo de Orsay, habilitado de manera espectacular en una antigua estación de trenes… Todas las plazas tienen historia en París, y todo París está repleto de símbolos, por ello, lo más recomendable es ir con una guía bien razonada y escrita con cierta cabeza, que te ahorre tiempo, caminatas y enfados.

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