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«Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana», decía Chavela Vargas en una entrevista. Porque algo que no todo el mundo sabe es que la mexicana más mexicana de todos los tiempos, nació en Costa Rica.
Chavela Vargas era hija de un mujeriego y una «neurótica hipocondríaca» y tenía hermanos. A una diva no la imaginamos con familia. Y ella no la tuvo. Cuando era niña, fue abandonada en la casa de unos tíos que la trataban como a la Cenicienta. Y terminó en casa de su padre, que la llamaba «rareza», porque Chavela Vargas era lesbiana y nunca estuvo en el armario. (Suena «No soy de aquí ni soy de allá»).
Los que la conocían dicen que adornaba las historias. Así que no sabemos si se marchó de Costa Rica por su condición sexual, porque no le dejaban desarrollar su talento, porque la quisieron casar con un señor… Contaba que un día, con 17 años, vendió unas gallinas, se subió a un avión de dos hélices y se plantó en México.
En México mal vivía cantando por las cantinas. Y se divertía con su gran amigo José Alfredo Jiménez. Los dos eran borrachos, artistas y enamoradizos. «El amor no existe. Es la vesícula cuando trabaja bien», dijo en alguna ocasión. Y de farra con la bohemia mexicana acabó en La Casa Azul, conviviendo con Rivera y Frida. Los adoraba y a Frida también la amaba. (Suena «La llorona» y Salma Hayek se sienta a la mesa con una anciana Chavela Vargas).
El mundo la conoce por «La Macorina«. Contaba que se acercó a ella y le dijo: «Macorina te voy a llevar conmigo alrededor del mundo. Vas a recorrer de mi mano muchos mares y tierras lejanas. Se lo dije así y ella sonrió». En una entrevista, La Macorina, María Calvo, la primera mujer que condujo un coche en Cuba, dijo: «Un día apareció una mujer que dijo saber la forma en que podíamos vivir (ella y su pareja) lujosamente. Yo accedí y con ese tremendo error comenzó una etapa de mi vida que dio origen al mote, al danzón y al son que tanto odio». (Suena «Luz de luna»).
Almodóvar nos presentó a Chavela en España. Para ser justos, fue alguien que la vio actuar en sus horas más bajas, cuando alcohólica y pobre, vivía en el «Bulevar de los Sueños Rotos», que cantaba Sabina. Siempre estuvo agradecida con el cineasta, tanto que un día le propuso matrimonio en la Sala Caracol. «Mi futuro marido anda por ahí abajo. Don Pedro Almodóvar. Nos vamos a casar en Oaxaca. Santa Ana tuvo hijos a los 107 años. ¿Por qué no los voy a tener yo? Y tendremos muchos Pedritos». Y dicen que él respondió: «Tú eres capaz de hacer milagros».
Chavela era cuentista. Chavela amaneció con Ava Gadner. A Chavela, desahuciada, un chamán le curó un cáncer. Chavela se gastó su capital en una isla de la que se aburrió en 24 horas. Chavela dejó el alcohol. (Suena «El último trago»). No, no renegó del amor a pesar de su agnosticismo. Y Chavela a punto estuvo de morir en España, pero los mexicanos también mueren donde les da la rechingada gana. Sucedió en el verano de 2012, en Cuernavaca. (Suena «Las simples cosas»).
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