Burgos. Más allá del camino


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Colaboración especial de Eva María Peña
Fotografías con licencia CC de Flickr
Imagen de la cabecera de Sergei Gussev – Flickr (CC)

 

Hablar de esta preciosa ciudad de Castilla es hacerlo de su hermosa catedral gótica que, este año, cumple su VIII Centenario. Algunos podrán añadir que de allí es un héroe que se llamaba El Cid y que está de boca en boca por la serie de Prime Video. Otros señalarán que es famosa por la morcilla de arroz. Los más andarines te dirán que es punto de partida —de llegada, o de paso—, del «Camino de Santiago«. Y el gracioso de turno te soltará el topicazo por antonomasia: «Ahí sólo hay dos estaciones: la del invierno, y la del ferrocarril».

Lo que nadie te podrá contar es lo que tú vas a descubrir en primera persona. Como dice el lema de la ciudad: «Burgos no te dejará frío». Si quieres, échate una rebequita sobre los hombros para adentrarte en esta ruta que te proponemos.

Fuente: Santiago Lopez-Pastor

Burgos es una urbe maravillosa y su casco antiguo está más bonito que nunca. Llevan años sacando lustre a las infinitas posibilidades que tenía la ciudad. Por eso, se nos antoja esencial invitar a visitarla a los peregrinos a Santiago de Compostela (y a los no peregrinos, también), en este año tan especial. Burgos, como París, bien vale una misa. O dos. Iglesias no le van a faltar para ello.

A quien se dirige hacia la ciudad del santo le corresponde entrar en Burgos por el este y cruzar sus calles en dirección oeste, siendo la primera parada la magnífica iglesia de la Real y Antigua de Gamonal, después de atravesar un interminable polígono industrial (pilar de la economía de la ciudad, por otra parte). Lo que desde mediados del siglo pasado es un barrio de la urbe fue, hasta entonces, un pueblo con muchísima personalidad. Poco queda de aquellas casitas de piedra bajas que le imprimían tanta solera pero, si cruzas a la acera de enfrente de la emblemática iglesia, te puedes adentrar en las calles que dan fe de lo que fue tan emblemático enclave.

Después de coger aire en esta zona, uno se encamina hacia lo más especial de la ruta que atraviesa la ciudad: la calle de Las Calzadas, que debe este nombre a la confluencia de caminos hacia Santiago: el que venía desde Bayona, y el conocido como “Camino Francés”, allá por el siglo IX. La calle en sí no tiene nada en especial, pero sí su perspectiva. Cuando miras al frente, tus ojos se chocan con la imagen de las agujas de la catedral, y se te ponen los pelos de punta. De esta guisa vas avanzando hasta llegar a la plaza de las Bernardas, donde encontrarás un edificio precioso a mano derecha, sede que fue de dicha congregación religiosa y que se conserva en perfecto estado (actualmente es la Escuela Municipal de Música “Antonio de Cabezón”). Justo a la izquierda está el Monasterio de San Juan, que alberga el museo Marceliano Santamaría, insigne pintor burgalés. Además de visitar la colección pictórica, el edificio conserva el claustro, la sala capitular y las ruinas de la iglesia, que bien merecen otra parada sin tener que mirar el reloj por la prisa.

La plaza de San Juan, en la que está la fachada del Monasterio, alberga la iglesia de San Lesmes Abad y la del antiguo hospital de peregrinos, de la que tan solo queda ya la fachada, y cuyo interior, totalmente reformado y adaptado a los nuevos tiempos, alberga una biblioteca que se llena de jóvenes en época de exámenes.

Siguiendo la ruta marcada por las conchas del camino, llegamos al puente de las Viudas, que permite el paso por encima del río Vena para entrar en lo que fue el casco antiguo de la ciudad amurallada, de la que ya sólo quedan pequeñísimos vestigios en esta parte de la ciudad. Alcanzar la calle de san Juan es entrar en la arteria principal de la ciudad medieval que tan bien refleja José Luis Corral en su novela El número de Dios, que se asemeja a Los pilares de la tierra de Ken Follet,a la castellana, y sin tantos crímenes de por medio.

UN VIAJE A LA CASTILLA MEDIEVAL

Como ya hemos indicado, la entrada a la villa de Burgos a través del arco de san Juan es hacerlo a través del recuerdo nostálgico o la imaginería de aquellas pequeñas ciudades plagadas de una historia evocadora. De edificios, poco queda de los de aquellos años en los que la ciudad fue el centro neurálgico de una economía pujante, pues tendremos que recordar que fue el asiento del Consulado del Mar, encargado de tratar todos los asuntos en las relaciones comerciales con Flandes desde el puerto de Santander, dependiente, en el siglo XVI, del reino de Castilla. Hoy en día, su sede está en el paseo del Espolón, y la construcción data del siglo XVIII. Según avanzamos por esta calle, damos a parar a la plaza de Alonso Martínez, en la que está el palacio de Capitanía General. La fachada, en piedra de sillería, es una preciosa carta de presentación de lo que alberga el interior y que merece otro alto en el camino: el zaguán, la escalinata y el salón del trono.

Poco después, entramos en la calle Avellanos, plagada de bares y restaurantes que ofrecen una variedad gastronómica de lo más apetitosa. Dada la situación actual a causa de la pandemia, estos establecimientos se han visto obligados a sacar a la calle sus mesas, y se han aplicado en engalanar sus espacios. A la atardecida, muestran un aspecto muy evocador, con sus pequeñas lucecitas y adornos florales, que le dan a esta zona un aspecto formidable.

Al terminar este tramo, y antes de entrar a la calle de Fernán González, tenemos la iglesia de San Gil Abad a mano derecha, una majestuosa obra de estilo gótico cuyo interior es ejemplo del esplendor artístico que atrajo la ciudad de Burgos al abrigo de la construcción de la catedral, cuando las callejuelas se llenaron de artesanos que dejaron su impronta. Las capillas del Socorro, de la Natividad de santa María, del santísimo Cristo de las Gotas, Nuestra Señora de la Buena Mañana, la de los Reyes Magos, la Dolorosa (imagen venerada en la ciudad en la “procesión del Encuentro”, en la tarde noche del Jueves Santo), el altar mayor y la capilleja de los Burgos, dan fe del contenido artístico de una de las iglesias principales de la ciudad.

Volviendo a la calle de Fernán González, nos adentramos en el colofón de la ruta jacobea que atraviesa la ciudad. Conocida en otras épocas como calle Real, de las Armas, o tramos como de San Llorente (por albergar la iglesia dedicada a este santo), Tenebrosa o Tenebregosa, conserva en sus márgenes edificaciones maravillosas de otros tiempos, como la Casa del Cubo —actual refugio de Peregrinos—, la casa del Marqués del Barrio Lucio o el palacio de los Maluenda —en la actualidad, palacio de Castilfalé—, que alberga el Archivo Municipal de Burgos, sito frente a una de las cuatro puertas de acceso a la catedral, la de la Coronería.

Hoy en día se hace esencial pasear por este tramo de la ciudad en la noche. Con motivo de la celebración del VIII centenario de la catedral, ésta estrena una iluminación exterior magnífica, acorde con los edificios más emblemáticos del mundo, tales como la Torre Eiffel de París, o el Empire State de Nueva York. Por primera vez en sus largos años de vida, el visitante puede disfrutar de la belleza de las vidrieras de su interior, dotando al edificio de una singularidad hasta ahora desconocida. Y es que la inmensidad artística de la Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de Santa María conjuga los tiempos de mayor esplendor del gótico, a los que se suman etapas de suma belleza del renacimiento y del barroco, haciendo de esa mezcla un edificio único en el mundo. Rodear la inmensa construcción es hacer un recorrido por un exterior plagado de belleza, en el que tienen un lugar destacado las famosas y características Gárgolas, de las que el fotógrafo Ángel Herraiz ha hecho un minucioso estudio expositivo con el nombre Ad Gloriam Dei 2021.

Fuente: Santiago Lopez-Pastor

OTRAS JOYAS DE LA CIUDAD

La calle Fernán González tiene un callejón muy especial: el de Valentín Palencia. Por una cuesta arriba, se llega a la ladera del Castillo, monumento venido a menos a lo largo del tiempo, primero, por la Guerra de Sucesión Castellana (siglo XV) y, después, por la invasión napoleónica (siglo XIX). Ambos sucesos, y las inclemencias atmosféricas, dejaron la fortificación bastante diezmada, aunque lo que queda en pie, resulta bastante vistoso y está muy cuidado. Si el tiempo no lo impide, el mirador del Castillo ofrece una panorámica de la ciudad sensacional.

En esta zona tenemos dos atractivos turísticos muy destacados y, también, bien diferentes, pero complementarios: por un lado, la iglesia de san Esteban. En la actualidad, está cerrada al culto, pero alberga el Museo del Retablo, cuyos fondos los componen retablos renacentistas y barrocos procedentes de distintas localidades de la diócesis, además de una sección de orfebrería. Por otro lado, encontramos el Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB). Inaugurado en octubre de 2003, constituye una construcción moderna perfectamente integrada en el casco histórico burgalés, que da cabida a propuestas actuales del arte, tanto en el ámbito nacional como internacional. La edificación cuenta con una magnífica terraza que ofrece unas vistas muy buenas a la Catedral.

De regreso a la calle de Fernán González, visitaremos la iglesia de San Nicolás de Bari. Con un retablo de la etapa del renacimiento castellano de quitar el hipo, alberga en su interior una serie de sepulcros góticos de insignes personajes de la historia de la ciudad. Desde aquí, al filo de la escalinata que rebasa esta zona alta de la ciudad con la más céntrica, encontraremos una panorámica increíble, con la plaza de Santa María de testigo. Observar desde esta perspectiva la fachada principal de la catedral es cautivador. Da igual si el cielo está azul, o plomizo. Cada tonalidad de luz le imprime unas características muy diferentes, pero de infinita belleza.

Fuente: Santiago Lopez-Pastor

PUNTO Y SEGUIDO

Desde este tramo, poco nos queda para terminar nuestro recorrido por la ciudad. No obstante, tendremos que hacer otras tres paradas más, dada la simbología e historia que albergan. La primera, en el arco de Fernán González, donde los cantares de gesta consideran que estaba la casa del conocido como “Buen Conde”, que lo fue de Castilla, Burgos, Álava, Lantrán y Cerezo, en el siglo X. El arco triunfal, de estilo herreriano, tiene una cartela redactada por Fray Luis de León (siglo XVI), que ensalza las virtudes de tan ilustre personaje.

Un poquito más allá en nuestra línea recta trazada por la ruta del Camino de Santiago está el monumento funerario dedicado a Juan Martínez Díez, El Empecinado, héroe de la Guerra de la Independencia Española, pero enemigo del rey Fernando VII hasta el punto de que éste lo mandó ejecutar por no quererse adherir a su causa. El terrible suceso tuvo lugar en la localidad burgalesa de Roa de Duero, el 20 de agosto de 1825. Quiso la historia que sus restos mortales reposaran por siempre en la ciudad de Rodrigo Díaz de Vivar (ambos, héroes para el pueblo pero considerados enemigos por sus reyes), y a escasos metros del Solar del Cid, lugar en el que se cree que estuvo su residencia, en el siglo XI. En el año 1784, y costeado por el Excmo. Ayuntamiento de Burgos, se erigió un monumento que consta de un triple pedestal, con igual número de monolitos, en el que figuran los escudos de la ciudad Burgos, el del Monasterio de san Pedro de Cardeña (propietario entonces de los terrenos en los que se levantó dicho monumento), y una leyenda conmemorativa, con el blasón del Cid.

Llegados a este tramo, sólo nos queda despedirnos de la ciudad al atravesar el arco de San Martín, una preciosa construcción de estilo mudéjar datada en el siglo XIV. Una vez aquí, a los pies de la muralla que protegía la ciudad, y de la que aún queda un buen ejemplo (desde ese punto y todo el terreno que ocupa el paseo de los Cubos), el viajero puede sentir que se ha dejado mucho por ver, y que si no le apremiaran las prisas, bien se podría dar la media vuelta. Aún le queda por ver, dentro de la ciudad, la iglesia de las Salesas, el Museo de Burgos, el paseo del Espolón, la plaza del Mío Cid, el Museo de la Evolución Humana, la iglesia de Santa Águeda. Tantos y tantos rincones que, como decíamos al principio, y parafraseando el propio titular de este artículo, Burgos es mucho más de que lo que se ve en la ruta del camino.

Fuente: Santiago Lopez-Pastor

LO QUE NO HAY QUE DEJAR DE CONOCER

Capítulo aparte merecen el Monasterio de Santa María La Real de Las Huelgas y el Hospital de Rey, dos monumentos sin los que no se llega a comprender de manera absoluta el Camino de Santiago a su paso por Burgos, así como la Cartuja de Miraflores y el Monasterio de san Pedro de Cardeña. Estos cuatro emplazamientos se encuentran extra muros de la ciudad.

Las Huelgas y el Hospital se erigieron por voluntad del rey Alfonso VIII de Castilla y su esposa, Leonor de Plantagenet a finales del siglo XII. Quiso la reina que hombres y mujeres alcanzaran los mismos niveles de mando y responsabilidad, al menos, en el ámbito monástico, y así sucede en el Monasterio desde sus inicios. El montante arquitectónico del enclave constituye una joya arquitectónica, y en su interior se conservan obras de inmenso valor, así como algunas de las vidrieras más antiguas de España. Por su parte, el Hospital fue fundado con el fin de cuidar y socorrer a los peregrinos en su Camino hacia Santiago. Su localización está en un paraje bucólico, junto al parque del Parral, uno de los lugares más queridos de la ciudad, y la ermita de san Amaro. En la actualidad pertenece a la Universidad de Burgos (UBU), y en su recinto se encuentran el Rectorado, la Facultad de Derecho y la Biblioteca Antigua.

Desde el año 2015, Burgos suma dos enclaves más al Camino de Santiago: la Cartuja de Miraflores, y el Monasterio de san Pedro de Cardeña. Esto fue debido a la aprobación por la UNESCO de la ampliación del Camino de Santiago en España a “Caminos de Santiago de Compostela: camino francés y caminos del norte de España”. Son dos lugares maravillosos, que bien merecen que alarguemos nuestra paso por la capital castellana.

La Cartuja de Miraflores de Burgos es panteón real, pues conserva el sepulcro de los reyes Juan II de Castilla, de su esposa Isabel de Portugal, y de su hijo, el Infante don Alfonso. Una verdadera joya del gótico final, cuyo atractivo más popular se encuentra en la escultura del fundador de la orden, san Bruno. Dicen los burgaleses que sus penetrantes ojos te siguen allá donde estés mientras permanezcas delante de él.

Como si nos hubieran guiado las musas, terminaremos nuestro recorrido en el Monasterio de san Pedro de Cardeña, donde dice la leyenda que el Cid Campeador dejó a su esposa e hijos cuando tuvo que marchar hacia el destierro, y que evoca estos versos de Manuel Machado:

El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

Cerrado está el mesón a piedra y lodo…
Nadie responde. Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder… ¡Quema el sol, el aire abrasa!

A los terribles golpes,
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal responde… Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos lágrimas.

Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
«Buen Cid, pasad… El Rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja…
Idos. El cielo os colme de venturas…
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!»

Calla la niña y llora sin gemido…
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros.
Y una voz inflexible, grita: «¡En marcha!»

El ciego sol, la sed y la fatiga.
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos,
-polvo, sudor y hierro-, el Cid cabalga.

Este monasterio es conocido como “el escorial burgalés”, ya que entre los muros de su iglesia está la Capilla de los Héroes, donde se hallan veintinueve nichos con nombres de reyes y familiares del Cid, entre los que se encontrarían sus hijos. Allí permanecieron los restos mortales de Rodrigo Díaz de Vivar hasta que en otro centenario de la catedral, en este caso, el VII, fueron trasladados a los pies del altar mayor de la seo burgalesa donde, dios lo quiera, reposen ya para toda la eternidad.

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