SAN FRANCISCO


Texto y foto de Reyes Muñoz

San Francisco es famosa por su bahía, por su puente, por sus empinadas calles. También es conocida por ser, según dicen, la ciudad más europea de Estados Unidos. Sólo la mitad de los que viven allí son blancos, y el resto pertenece a minorías étnicas. Esto ha promovido entre sus habitantes un espíritu liberal que se respira en la calle. Asimismo, esta mezcla ha provocado que tenga una fisonomía muy especial. Como si fuera un parque temático nos vamos topando con el barrio italiano, el hispano, el japonés, el chino…

Partiremos del cruce entre las calles Powell y Market, donde hay una oficina de información gigante. Allí puedes coger mapas, guías de bares y de monumentos y por 20 dólares puedes adquirir una especie de abono para siete días. Da igual que tu permanencia vaya a ser más corta, lo mejor es comprarlo, ya que cada viajecillo en transporte público cuesta unos dos dólares. Otro motivo es que de esta plaza parte el tranvía que sube por la calle Powell. Ahí verás cómo entre unos cuantos operarios le dan la vuelta sobre una plataforma giratoria. Puedes subirte con tu abono y llegar hasta el final del recorrido. Tendrás el primer contacto con las empinadas cuestas y podrás sacar el cuerpo del aparato en plan surfero.

Este tranvía te deja a muy pocos metros del Fisherman´s Wharf. El puerto está lleno de tiendas de camisetas, Levi’s baratos y restaurantes en los que ofrecen pescado fresco y unos cangrejos muy típicos que se recogen en la propia bahía. Si quieres, puedes entrar pero también tienes la opción de que te lo preparen en una cajita para que te lo comas mientras caminas.

En el Fisherman´s Wharf puedes coger los ferrys hacia un montón de sitios, entre ellos Alcatraz. No obstante, si cuando la cárcel funcionaba era chungo salir, ahora lo difícil es entrar. El consejo es madrugar y mucho, ya que a las ocho de la mañana los pases están agotados y la única posibilidad de llegar es ponerte en la cola de los dormilones y rezar para que a alguno de los madrugadores le dé un jamacuco y no llegue al barco. Hay otros ferrys, como los que van a Sausalito. Más que el destino, lo agradable es el minicrucero por la Bahía, una experiencia difícil de explicar. Desde el agua verás la fisonomía de San Francisco, el Golden Gate y los otros puentes que unen esta ciudad con el resto del mundo.

San Francisco es una gozada para el viajero. Los barrios bien definidos la convierten en una especie de ciudad temática. Uno de los más emblemáticos es Hight Ashbury. Allí nació el movimiento hippie y a día de hoy conserva cierto aroma sesentero. Hoteles, tiendas, restaurantes, tienen las fachadas decoradas y de los árboles y farolas cuelgan recortes de periódicos que nos recuerdan a Janis Joplin y a otros artistas de la época. Puedes fisgar en los comercios de segunda mano, en las tiendas de discos, donde encontrarás verdaderas joyas, como pósters originales. Te cruzarás con señores y señoras de sesenta años, con sus fulares, sus chalecos y sus pantalones de campana. No faltan los Hare Krishnas, los jóvenes hippies prefabricados, y los turistas ávidos de sacarse una foto en el cruce que fue portada de un disco de los Greateful Dead.

Muy cerca de Hight Ashbury se extiende el Golden Gate Park. Es enorme y conserva las explanadas donde los artistas tocaban para un público entregado a la música, el alcohol y las drogas. Si caminas sin rumbo, toparás con construcciones como el Jardín Japonés de Té o el Invernadero Blanco. Si quieres ver los búfalos (están muy al final) es mejor que alquiles una bicicleta.

En una de las puertas del parque hay una parada del tranvía que te lleva al Castro, otro de los barrios «temáticos» de la ciudad. La historia parte del Twin Peaks, mítico porque fue el primer bar de ambiente con grandes ventanales a la calle. Podremos pasear, ver las librerías, el teatro, los videoclubs, las tiendas de frutas (donde comprar naranjas de Valencia)… No obstante, es posible que si conoces Chueca, la «poca vidilla» del barrio te decepcione.

Desde el Castro puedes ir con un tranvía (con cara de ratón) al Civic Center, que es el lugar donde se acumulan los edificios administrativos de la ciudad. Con pinta de antiguos, en realidad no tienen más de 100 años. Poco quedó en pie tras el terremoto que asoló la ciudad en 1906. Si entras en el Ayuntamiento (es gratis) podrás ver las fotos de antes e inmediatas a la tragedia y comparar lo que has visto con lo que fue. Muy cerca del Civic Center está el Buenavista Park. Con ese nombre no hace falta añadir demasiado: tendrás una de las mejores panorámicas de la ciudad, en cuyo primer plano están las emblemáticas casas victorianas de Alamo Square.

El único edificio que se mantiene en pie después de unos cuantos terremotos es la misión Dolores, construida en adobe y puesta en pie por los colonos españoles en el siglo XVIII. El interior, por buscar una palabra, es pintoresco. Puedes ir al cementerio, testigo mudo del llegar de inmigrantes (europeos y sudamericanos) fallecidos muy jóvenes. Al lado del pequeño edificio de barro se eleva la basílica, construida a principios del XX sobre los cimientos de otra que cayó en 1906. Imita las catedrales españolas. El barrio latino que se extiende a lo largo de la calle 16 es una explosión de color en el que ahora mismo habrá más de 200 murales pintados en las fachadas. Esta zona es idónea para comer (mucho) y salir a bailar.

Otra de las minorías numerosas en San Francisco es la china. Llegaron allí para trabajar en las minas durante la fiebre del oro y se establecieron en la ciudad. Los incendios provocados por el terremoto destruyeron, no sólo los edificios originales de Chinatown sino también los archivos de inmigración, lo que posibilitó que los chinos afirmaran su ciudadanía y trajeran a sus hijos a tierras estadounidenses. La bienvenida al barrio te la da una enorme puerta con dragones, que es la entrada a la Grand Avenue. En esta calle se agolpan comercios, bazares y restaurantes con carteles escritos en chino. Cerca está Sant Mary, iglesia católica construida por los irlandeses donde se puede leer «Hijo, observa el tiempo y huye del diablo». La inscripción se refiere a los burdeles y fumaderos de opio que hicieron mítico el barrio chino.

Desde allí, caminado puedes llegar al Financial District, la única zona de la ciudad con grandes edificios, construidos, supuestamente, para aguantar un nuevo terremoto, que según dicen, llegará en cualquier momento. Si te gusta la arquitectura moderna, puedes entrar en el Nordstram, un centro comercial construido a base de elipses concéntricas. A modo de muelle, suben y bajan millones de escaleras eléctricas. Está bien ir a la planta superior y mirar abajo.

El gran emblema de la ciudad, es el Golden Gate. De camino podemos parar en Lombard Street. Se trata de una calle muy empinada llena de curvas. Para los mitómanos, decir que sale en multitud de secuencias cinematográficas. Una de las más famosas es la protagonizada por James Bond. Vista la calle, puedes seguir la excursión hacia el puente colgante. En este lugar, además de sacar fotos bonitas, aprenderás un montón de cosas en torno al tipo que lo ideó, la forma de construcción, los obreros que lo hicieron posible y los que, en la actualidad, se encargan de su mantenimiento. Te sorprenderá saber cuál es el grosor de los cables que lo forman: para hacernos una idea, ni entre tres personas los podrían rodear con los brazos.

En San Francisco hay mucho más que ver, pero el papel es finito, y el tiempo también, por tanto, dependerá de cada uno y de las ganas de caminar, coger tranvías, metros, autobuses y disfrutar una ciudad en la que sobretodo se respira tolerancia.

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