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Entrevista de Reyes Muñoz
A Paula Caveira las matemáticas se le daban muy bien, lo que contribuyó a que, antes de los cinco lustros, tuviera la vida encarrilada, con un trabajo estable en la tecnológica más importante del mundo. Pero algo no encajaba y se atrevió a parar para buscar su sitio. Vivió en el Valle de Arán y en Castro Urdiales, en China, Estados Unidos y Costa Rica, quiso diseñar joyas y fue una youtuber de éxito hasta que sucumbió a la música. Jorge Ruiz, de Maldita Nerea, lo había predicho.
Tiene tanto que cantar que las letras no le caben en las melodías. Su primer disco todavía no tiene nombre. Como ella, aún se está escribiendo.
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Contenidos de Paula Caveira en ExPERPENTO:
- Entrevista: https://experpento.com/paula-caveira-tejida-de-notas/
- Pódcast: https://youtu.be/dq3nvSc0qBU?si=sozXVeCc_hKYcu3C
- ExVITA en Youtube: https://youtu.be/At7qJEHxTQI
- ExVITA en ExPERPENTO: https://experpento.com/paula-caveira-en-exvita/
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La primera vez que subes sobre un escenario es ante tres mil personas, ¿no? Dime todo lo que pasa hasta este momento.
Hasta ese momento pasaron una barbaridad de cosas. Sobre todo, hubo un cambio brutal en mi vida, como un punto de inflexión muy clave que llegó justo tres años antes de ese momento, de ese primer pisar el escenario. He tenido una vida muy tradicional, muy «mis estudios, mi universidad». He tenido la suerte de viajar mucho, he vivido en China, hice la carrera en Inglaterra, luego me fui a vivir a Estados Unidos, después de Estados Unidos me volví a España, hice un máster de big data… Aprendí a programar y terminé trabajando en la Torre Picasso, en las oficinas de Google. Sentí: «me he pasado el juego». Y, de repente, me doy cuenta de que seguía intranquila, ¿no?
Me preocupaba mucho encontrar mi lugar en el mundo, y mi problema fue que se me daban demasiado bien las matemáticas. Acabé encajada en una línea donde me iba muy bien, pero mi corazón no estaba tranquilo. En aquella época, que ya estaba en Madrid viviendo y trabajando, coincidí mucho con Jorge Ruiz, de Maldita Nerea. Jorge, que tiene un taller donde acompaña a artistas emergentes, es un loco de la autorrealización y de encontrarse. Un día Jorge me dijo: «Oye, Paula, ¿por qué no coges la guitarra?». Toqué la guitarra y eso se quedó ahí, en el olvido. Y un buen día me llama por teléfono y me dice: «Bueno, ¿qué? ¿Sigues en Google o ya te has dado cuenta de que eres poeta?». Y yo: «No me marees, que estoy muy tranquila».
Entonces, a raíz de tener a Jorge, de empezar a ir a terapia para aprender a ubicar todas las cosas en mi vida… y después de muchísimo tiempo de pensar «algo no me encaja», dije: «Voy a frenarlo todo». Como un pollo sin cabeza, dije: «A tomar por saco». Dejé el trabajo, me retiré y desaparecí del mundo durante dos años. Dicho parece fácil, pero en aquel momento fue de vértigo.
Yo no dejé el trabajo para ser cantautora. Lo dejé porque necesitaba averiguar cómo liderar mi vida y encontrar mi sitio. En Madrid había mucho caos; tuve que alejarme, salirme de todo. Me mudé a Cantabria, a Castro Urdiales. Trabajaba alquilando un Airbnb, porque yo, sin mi sueldo decía: «Voy a acabar viviendo debajo de un puente». Empecé a investigar cosas, desde ser youtuber o hacer joyas y venderlas en Vinted, hasta escribir canciones.
Ostras, Paula. ¿Y la música cuándo llega?
Pues sí que es verdad que yo le pedí una guitarra a los Reyes a los nueve años y que, mirando hacia atrás, me doy cuenta de que, si de repente había un grupo o alguien tocaba la guitarra, me interesaba, me sentaba en primera fila y me quedaba embobada, ¿no? Pero la música nunca fue una obsesión loca. Nunca soñé con dedicarme a la música.
Nos hemos quedado en que comienzas a escribir canciones en Castro Urdiales.
Sí, fueron pasando los meses y, después de ocho meses, mis vídeos de YouTube me daban pereza, me di cuenta de que no tenía ni idea de por dónde empezar con lo de las joyas… Lo más fácil y más accesible que tenía era la canción. Entonces, empecé a hacer canciones, mandaba mis maquetas a Jorge y él me iba empujando: «Puedes más, puedes más, puedes más, puedes más». Y ahí parecía que sentía una especie de orgullo… De repente, un día descubrí que llevaba seis meses sin pensar cuál era mi lugar en el mundo. Y dije: «Debe ser aquí».
Ya llegamos al escenario…
He tenido la suerte de que Jorge ha sido mi padrino desde el minuto uno. Gracias a él se me han abierto las puertas a un equipo que ni en mis mejores sueños, porque me ha producido Miguel Lamas, «Jopi» (José de Castro) ha grabado las guitarras de todas mis canciones, Caco Refojo es el que me ha hecho las mezclas… Estaba a punto de sacar mi primera canción, «Gritando en braille», el diecisiete de enero, y Maldita Nerea tocaba en Las Ventas el veintisiete de diciembre. Jorge me dijo: «Bueno, ¿te atreves?, ¿te subes conmigo a ser artista invitada?». Dije: «Pues me he dedicado a esto, no me queda otra». Y cantamos una canción juntos. Jorge me introdujo diciendo: «No todos los días se ve nacer a una estrella».
¡Como en la película!
Sí, sí, como en la película (risas). Total, total, total. Una cosa totalmente sobrecogedora. Aunque me he dado cuenta de que es mucho más fácil subir a un escenario de Maldita Nerea que gestionar mi propio concierto. Y así fue el proceso, muy resumido, porque cuando me subí al escenario ya hacía tres años justos de mi último día de trabajo en Google. Fue el 13 de diciembre de 2021 y me subí al escenario el 27 de diciembre de 2024.
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Me interesa saber qué es lo que más te ha sorprendido en la música, en la industria musical.
Mira, disfruto muchísimo del desorden. Cada día es un mundo. Mi vida ahora está subdividida en etapas que duran poco, ¿no? Antes era lo mismo siempre, infinitamente, ¿no? Y ahora es: durante seis meses o un año compongo, luego me enfoco seis meses en producirlo… Obviamente, este es el primer disco en el que estoy encontrando mi sonido y supongo que esos tiempos son más largos y luego, con suerte, se acortan, pero es una montaña rusa, en cualquier mundo en el que una persona emprende y lanza su propio proyecto, existe la montaña rusa emocional en la que o trabajas tu confianza, en tu trabajo o en tu proyecto, o si no te lo crees ni tú, cómo vas a dar el siguiente paso, cómo vas a venderlo al mundo, ¿no?
Me sorprende la suerte que tengo del equipo que tengo. Una vez me vi en una barbacoa, en una fiesta con jovencitos que se dedican a la música, y no pegaba nada ahí y pensé: «Esto no es lo mío». Entonces dije: «Bueno, me voy a ir a casa, me voy a cenar con mi madre». Y alguien me dijo: «Eso no es muy rock and roll por tu parte». Entonces me di cuenta de que había creado mi propia burbuja, con gente como Jorge y su equipo. Yo no estoy aquí a toda costa, o sea, a mí no me puede matar la música, ¿sabes? O lo puedo hacer con la cabeza sobre los hombros y amueblada, y bien, y en paz, o no lo hago. Yo tengo ilusión y soy optimista y lo hago con esperanza, pero me impacta el cuidado que hay que tener para poder construir una cosa saludable. Es un mundo muy volátil, me parece. No sé, tú lo sabrás mejor que yo.
Pues yo, que lo veo desde fuera, creo que es mucho más rutinario de lo que parece, que es como cualquier trabajo. Pero te digo más: es un trabajo superexigente, mucho más que la mayoría: Haz un disco, deja tu corazón ahí, deja que la gente opine, acepta si no funciona y que te lo critiquen para mal… Llena un concierto… Y, cuando ya se llenan solos, haz giras, deja tu vida privada apartada, viaja, duerme poco… y todo, con perfil muy público. Por eso, no hay quien sobreviva a los cantos de sirena, tienes que saber dónde vas, por qué vas ahí y tener el alma para hacerlo. Pienso que quien es artista de verdad tiene una maldición. Quien crea que el rock and roll es el acceso a barbacoas a hacer el tonto, se llevará un chasco.
¿Sabes otra cosa? ¿Sabes otra cosa de la que me he dado cuenta? ¿Algo que me impacta y que hace que me dé cuenta de que debe ser por aquí el camino? Que yo me he machacado o me he automachacado toda la vida con la palabra «vaga». En el colegio era de dieces en resultados y ceros de esfuerzo. Mis profes decían que no hacía nada. He tenido ese mensaje, también de mis padres; es que el director llamó a mis padres cuando yo tenía diecisiete años: «Oye, que Paula, que es muy lista, pero ya sabemos que eso del espíritu libre que tiene la va a desviar del camino. Que no estudia nada». Yo pensaba: «Pero si estoy sacando dieces, ¿qué más queréis de mí?». Entonces, me he machacado toda la vida con: «Es que soy una vaga, es que soy una vaga».
Y, de repente, me veo en un momento en el que son las doce de la noche y sigo currando, sigo grabando, me despierto y sigo. Llega un sábado y un domingo… y sigo. De repente me doy cuenta de que, desde hace mucho tiempo, no pienso «Eres una vaga, Paula». Cuando estás donde tienes que estar, hay etiquetas o cosas que se disipan, que se te olvidan. No, no era vaga, es que mi cuerpo sabía, era una rebelión subconsciente contra lo que yo no quiero hacer. O sea, te esfuerzas en lo que a ti te da la gana.
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Una persona inteligente pasa de puntillas por lo que no le interesa, porque no necesita esforzarse, y va de cabeza por lo que le interesa, o por lo que supone un reto. Vas por dos maldiciones, Paula.
Vaya. También tenía la etiqueta esta de: «Si se esforzara un poco más, sería lo que quisiera». Pues ya estoy en ello. Ahora, de verdad, me genera orgullo darme cuenta de que mis padres flipan, o sea, mis padres dicen: «Ni un día fallas, que nos dices que no puedes venir porque tienes que grabar un vídeo o terminar de grabar una canción o lo que sea». Y les sorprende. Pues a mí no me sorprende. Todo el mundo me dice: «Jo, pobres tus padres, su hija tirando, tirando toda la vida por la borda para dedicarse a la música» y yo digo: «Las matemáticas están en todas y cada una de mis canciones, de mis versos y de la rima exacta».
«Me encanta darme cuenta de cómo he conseguido integrar todo. Y si no estuviera la Paula que lo tiró todo por la borda, esa canción no existiría».
Acabo de entender muchas cosas. La estructura de «Gritando en braille» es una marcianada. Cambia de tempos, tiene no sé cuántas estructuras… Es como un efecto Kandinsky que busca el orden en una nube de puntos.
Qué bonito, qué bonito dicho. Absolutamente. Es casi una obra de teatro. No es una estructura pop básica para nada. De hecho, es curioso que fuera la canción con la que salí, porque es una canción rara. Es una canción que dices: «¿Qué va a decir ahora esta?». Tiene una narrativa, el storytelling de esa canción, de principio a fin, tiene capítulo uno, capítulo dos, el nudo y el desenlace. Y tiene hasta su hueco luminoso ahí en medio.
Es una barbaridad.
Esa canción la escribí en distintos momentos. Esa canción nació en la montaña, porque después de Cantabria me fui al Valle de Arán. En la esquinita del sofá nació el estribillo, dije, «Este estribillo es bueno». El primer verso nació en otro momento y luego estuve un mes trabajando en un hostal en Costa Rica y ahí nació otro. Por eso es que se siente despegada, pero luego, no sé cómo, he conseguido que fluya. Hasta la última coma está medida. Está todo muy hilado. Al principio digo, «la caída no acolchada», luego «la caída está acolchada», la rima de Tarantino me parece una ecuación matemática perfecta. Me da placer auditivo, ¿sabes? Me encanta darme cuenta de cómo he conseguido integrar todo. Y si no estuviera la Paula que lo tiró todo por la borda, esa canción no existiría.
Va pasando el tiempo y voy encontrando mi sonido. Cuando le enseño algo a mi madre y me dice, «Eso es muy Caveira». Entonces, ¿qué es muy Caveira? Esas letras juguetonas, matemáticas, silábicas, está ahí todo metido.
En «Tatuadora Faber-Castell» desbordas la melodía. Yo creo que eso es «muy Caveira», ¿no?
Sí, está muy sobrecargada, sí. A mí es una cosa que me da miedo hablar ahora explícitamente, porque no quiero dar ideas a las niñas jóvenes, era como muy trágico, ¿sabes? Pero nos hacíamos heridas con el compás y me tatuaba nombres o lo que fuera. Me tatué el nombre de mi novio cibernético. Yo tenía novio cibernético, sí. Esa canción es de las más abstractas, menos explícita. Me he dado el capricho de soltar rimas, el que las entienda, que la entienda y el que no, que no la entienda, pero esa canción realmente habla sobre el bullying en el colegio, de sentir que no encajas. Creo que es una canción muy luminosa y muy de amor propio: yo ahora estoy aquí y como se canta desde lo sanado, desde la luz, no desde el victimismo…
He decidido que eso es muy Caveira, también. Vamos a decir que eres medio británica y el disco tiene una carga irónica, de hacer risa de lo malo.
Eso superbritánico, sí.
«Tatuadora Faber-Castell» es sobre el bullying, «Daltónico» va del ghosting. Son temas muy de este tiempo, que se ven empujados por las tecnologías.
Realmente ninguna de estas canciones hubiera nacido sin terapia detrás. Porque era: tema que trataba con la psicóloga, tema que me iba a escribir. O sea, realmente «Daltónico» está escrito desde la luz, desde el «me río». Me río, no en plan mal, o sea, en plan «he integrado y entiendo por qué me pude sentir así». Por eso: «que tú seas daltónico, no significa que yo no tengo color». Creo que nos pasa a las mujeres más, de cómo la opinión de alguien afecta absolutamente nuestra visión sobre nosotras mismas. Si tú estás encantado conmigo, es que yo soy maravillosa; si dejas de hacerme caso me automachaco. Es psicología básica, yo no debería depender de lo que tú piensas de mí. «Daltónico» nace de ahí.
Un día me di cuenta de que la Paula que trabajaba en oficina y era cuadriculada, estaba ahí y tenía la necesidad de aprobación desde pequeñita: por no haber encajado, por no saber qué tenía que hacer para tener amigos y que el resto la aceptara. Cuando eres más mayor, eso se convierte en gustarle a esta persona y saber por qué dejé de gustarle. Yo tengo esa necesidad de aprobación integrada. Tanto «Tatuadora» como «Daltónico» existen porque he sanado esa parte. Las psicólogas hablan mucho del apego y era el apego que tiende a necesitar aprobación para confirmar que lo estoy haciendo bien, porque si no, ¿por qué no tenía amigos? Mudarme de Inglaterra a España fue también un punto muy fuerte para sentirme externa a todo.
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O sea, ¿has sanado y por eso puedes dar portazo a un trabajo de gente normal y dedicarte a la música?
Sí. Efectivamente, me dedico a la música cuando todo el mundo a mi alrededor dice: «No tires tu vida por la borda». Nadie aprobaba el cambio y ha sido la terapia que yo he tenido que hacer conmigo misma, para interiorizar y aprender a convertirme en una persona que la única aprobación que necesita es la suya propia.
Me parece que en el primer disco, una artista cuenta su vida desde que nació hasta que sale el disco, luego, el segundo disco cuenta una época un poco más cortita, ¿no? Yo me dedico a la música no por las canciones, no porque tengo una obsesión por la música, no por nada, sino porque yo he necesitado convertirme en la mujer capaz de liderar mi vida sin que me importe lo que el otro apruebe o deje de aprobar, ¿te has dado cuenta?
No había llegado tan profundo, pero me doy cuenta de que las canciones son como a ti te da la gana, no siguen el estándar.
«Gritando en braille» no habla de amor, sino que de vida, «Tatuadora» también habla de vida, de colegio, de amistades… «Daltónico» es un tema de amor y desamor… y me lo tomo con humor. De hecho, la frase en inglés en «Daltónico» dice, «nothing wrong, yes we welcome the churn rate». «The churn rate» es la tasa de cancelación, la tasa de rechazo, ¿sabes? Por mucho que ahora venga alguien que me rechace, que no apruebe de mí, «self-loading can stay at the gate», que significa que el automachaque se puede quedar fuera. Que tú me rechaces, no dice nada de mí, si no te quieres quedar, te puedes ir. Es una canción de desamor, pero eso lo mantengo en el amor, en la música, en mi carrera y en todo. Todo mi disco, todas las canciones engloban un poco esa emoción que es muy fuerte.
«Dar ese primer paso es el más difícil y el más gordo. Pero me salgo de la oficina y de la vida tradicional y me dedico a la música y ¿por eso soy libre? No, me doy cuenta de que estoy buscando la aprobación por el lado de la música».
Yo soy generación X. Crecí de tapado. Más allá del círculo íntimo, nadie sabía lo que hacía, así que ni aprobación ni lo contrario. Tú trabajaste en Google, quisiste ser youtuber y te fue de lujo, el Instagram te funciona genial, en TikTok vas más despacito, supongo que porque ahí la gente es muy joven. Tu generación se expone a la aprobación universal. A mí eso me da vértigo y picores… ¿sabes por dónde voy?
Sí. Por supuesto. Cuando empecé con terapia y me di cuenta de todas estas cosas yo no sabía que tenía necesidad de aprobación, ¿sabes? Me di cuenta de que ese perfeccionismo me venía también por eso. Pero cuando te das cuenta dices: «¡Ostras!, ¡me liberé de mis cadenas! Me dedico a la música, hago lo que quiero, ya lo he superado todo». Y entonces, de repente, te das cuenta de que alguien te pone un comentario y no lo tenías totalmente superado. Veintiocho años de aprendizaje no se superan con dos años de terapia. Dar ese primer paso es el más difícil y el más gordo. Pero me salgo de la oficina y de la vida tradicional y me dedico a la música y ¿por eso soy libre? No, me doy cuenta de que estoy buscando la aprobación por el lado de la música. ¿De qué me ha servido? Pues para darme cuenta. Verlo es empezar a disolverlo, ¿no?
¿Y funciona?
Mira, tengo una historia muy bonita de una crítica entre comillas que se ha convertido en una amistad muy bonita. Me divierte. Me dicen qué fea estás, me da igual, no tengo nada que decir. Pero si me critican una canción, la música, o sea, un tema que se puede debatir, y me resulta interesante el debate, entonces entro, con respeto y con cariño, pero defiendo mi terreno y mi opinión.
He subido unos vídeos hablando sobre la poesía y la entonación en las canciones porque el mundo cantautor es muy rígido con la lengua de Cervantes. Hay que escribir correctamente. Entonces no se debe cambiar la entonación de las palabras, pero claro, al cantar con melodías no es tan fácil. En «Calaveras de Oaxaca» canto «cúchillo» en vez de «cuchillo». Tuve un comentario en mayúsculas de un seguidor: «Esto no se hace y alguien que hace esto es alguien que no tiene ni puñetera idea». Esta persona era Tontxu. Y entonces yo le contesto hablando de la licencia poética y tal. Él me siguió contestando, hice un vídeo: «Hombre, ¿cómo va a ser que tengo un seguidor que tiene esta mala leche?», me lo llevo a ese tono. Yo le contesto con cariño, sigo defendiendo mi sitio…
Entonces, me lo he tomado con humor, con filosofía, he hecho un vídeo de broma diciendo: «¿Cómo puede ser, Tontxu, que me vayas a gritar aquí en mayúsculas?». Hago una cover de una canción suya, él se muere de vergüenza, se muere de risa y al final me contesta que sí, que hacemos las paces, me manda un mensaje superbonito diciéndome que si me ha escrito eso es porque efectivamente cree que lo hago muy bien. Fui a su concierto y al final del concierto dice: «¿Puede ser que haya aquí una chica que escribe canciones que se llama Paula Cabeira?» y me sacó a cantar «Calaveras» en su concierto. Entonces, creo que ese es un ejemplo bonito sobre la manera saludable de llevar una crítica.
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Pues de eso no me había enterado. Sí que he visto un vídeo sobre traducir ritmos antiguos al lenguaje del pop. Y le buscas las raíces a «Calaveras de Oaxaca». Ahora tengo como idea clave que eres matemática…
«Calaveras» es muy especial porque, de todas las canciones, es la única que escribí dos años antes de dejar el trabajo. Es muy diferente. También es verdad que todas son muy diferentes, pero esa canción es mi verdad absoluta. O sea, esa canción es mi centro, porque la escribí sin saber. Las canciones se te adelantan muchas veces y tu subconsciente escribe cosas. Cuando yo decía «buscar mi lugar», ni por asomo pensaba en la música. Ahora se escucha y parece que estoy hablando claramente de encontrar mi lugar en la música.
Yo he vivido en Texas, en Dallas; y en China también, y tenía muchos amigos latinos. He escuchado mucha música latina, la tengo muy interiorizada. Yo me puse a puntear y lo primero que nació de «Calaveras» fue ese ritmo. Ni sabía lo que estaba componiendo y ni siquiera lo busqué. Estuvo sin estribillo muchos años. Esa canción no ha nacido desde el perfeccionismo y desde la matemática. La compuse, la terminé y cuando la fui a producir con Miguel, para hacer mi maqueta tuve que pensar qué leches de compás tenía. «¿Es un 3×4?, ¿es un 6×8?». Me volvía loca porque no la conseguía encajar y ya sentada con Miguel, dijo: «No, es que esto es una chacarera». Y yo: «¿Que he escrito una chacarera?», «Por tu forma de tocar la guitarra», me dice. «¿Pero no podría ser pop, no?». Me dice: «No, esa canción quiere ser una chacarera». En ese momento no sé ni lo que es una chacarera. Escribí una chacarera sin querer y entonces la forma de llevarlo al pop simplemente no fue aposta. Al encajarlo con el sonido del disco, realmente no es una canción pop tradicional con un compás 4×4 y nunca lo va a ser, pero sí tiene un sonido limpio, pulido. Esa es la única canción que realmente sí que cambia el tempo. Todas las discográficas estarían en contra de esa canción.
Es que de hecho, el estribillo baja, ¿no?
Sí, en «Calaveras» el tempo baja en el estribillo, pero la forma de llevarlo al pop está más en las manos de Miguel y yo simplemente he dicho: «Sí, sí, esto me gusta». No sé explicártelo… Esa canción tiene pandeiro gallego y tiene vieiras. ¡La percusión de esa canción está hecha con vieiras! Me hace gracia porque son sonidos muy tradicionales, pero luego están mezclados, grabados, encajados de una forma tan limpia y pulida que deja de sonar folclórico y tradicional, aunque sí que lo sea realmente.
Si las cosas te suenan raras, pero te suenan, mi teoría es que lo estás copiando de alguna cosa ancestral.
Total. Sí, sí. Miguel tiene un oído prodigioso y dice eso. El análisis de mis vídeos de TikTok viene después, pero realmente la canción nace sola. Tú que hablabas de lo ancestral, de lo tribal, son ritmos sincopados, atresillados, y eso no es nada pop. El pop es cuadriculado y lo sincopado y lo atresillado me vendrá de esas músicas folclóricas que sí he escuchado en canciones latinoamericanas, mexicanas. El rock and roll en realidad también es sincopado, el rock and roll, el calipso… hablo mucho del calipso, de Harry Belafonte. «Jamaica Farewell» creo que es la primera canción con la que yo he llorado, con ocho años, y es la típica canción que escucho y siempre lloro. En China tenía amigos africanos, de Nigeria, de Sierra Leona, Costa de Marfil, y escuchaba esa música africana muy bailonga, que también tiene esos ritmos tribales… Entonces, eso está todo ahí traído al pop. Es como de la entraña, pero a la vez como superfresco.
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«Para mí sí que es importante hacer yo sola el primer peldaño para ver dónde llego. Es mi proceso vital, de aprender a confiar en mí misma, no necesitar aprobaciones…»
¿Te sientes a gusto en la industria independiente o sueñas con una discográfica?
Me siento a gusto con la industria independiente, pero creo que no puedo hablar muy alto porque creo que soy un caso con demasiada suerte: soy artista independiente, pero avalada por Maldita Nerea. Soy artista independiente, pero tengo una red de músicos que admiro profundamente. Sin esa red no me hubiera atrevido nunca, ni estaría hoy aquí. Entonces, lo independiente me encanta, porque me siento libre, me siento dueña, me siento capaz de hacer lo que quiera. Que luego no funciona, pues sí, es más difícil que funcione con una discográfica detrás. Quizás más adelante… Para mí sí que es importante hacer yo sola el primer peldaño para ver dónde llego. Es mi proceso vital, de aprender a confiar en mí misma, no necesitar aprobaciones… Yo creo que para mí es importante que el principio sea mío. Tengo que aprender a hacerlo sola porque si no, vuelvo a estar en la oficina de Google en la que tenía alguien que me decía lo que tenía que hacer, ¿no?
Sí que te gustaría dedicarte profesionalmente a la música.
Sí, eso sí. A partir de que te subes a un escenario, parece que te lo tomas en serio. Ya tengo las canciones hechas, y es ir sacándolas. Tengo que seguir componiendo para más adelante, pero realmente intento ir sacando una canción por mes y medio o así. Tengo trece canciones. O sea, el plan es que sigo haciéndome a todo. Yo, obviamente, vivir de la música, a día de hoy no, evidentemente no vivo de la música, o sea, es imposible. He invertido un dinero, he invertido todos mis ahorros en grabar un disco y estoy viviendo en casa de mis padres. He dejado de ir a todas las cenas con mis amigas, he desaparecido del mapa porque tengo un motivo vital que me mueve por encima de eso. Soy consecuente con la decisión que he tomado.
Aunque yo llevo tres años cocinando de puertas para dentro, de cara al mundo estoy en el principio. Yo había escuchado a otros artistas decir que para vivir de la música, para que empiece a moverse, pasan unos dos años y yo he empezado antes de ayer. Y tengo la suerte bendita de poder estar en casa de mis padres que están en Madrid, donde yo grabo todo. Entonces, soy una afortunada.
Dices que estás en el principio, yo no lo creo. Pero me ha quedado claro que no dices las cosas por decirlas. Dime en qué momento estás.
Estoy en el momento de «voy a ir dando los pasos». He dado mis primeros conciertos. Estoy con la gira de Maldita. Voy sacando mis canciones. Ahora estoy en «mi fase», sí. En perderle el miedo al escenario, en encontrar mi personalidad de artista sobre el escenario. Hasta que eso no vaya rodado es insostenible. Ahora mismo, vivir de la música, no puedo. Yo ahora mismo estoy sobreviviendo en la música.
¿Y no te planteas las otras formas de vivir de la música hasta que tu proyecto fluya?
¿Hay otras formas?
Jo, pues creo que mucha gente se moriría por alguna de tus letras.
¿Escribir para otros? Me veo incapaz. Veo artistas que escriben trescientas canciones y me generan admiración absoluta. Para mí, cada canción ha sido un parto, pero bonito, obviamente. Tengo un radar de «esto sí y esto no». Sé muy pronto cuando una canción no me gusta. No soy capaz de escribir muchas canciones porque en la primera nota ya me está pitando el radar. Tengo cientos de notas de voz: «Esta frase no me va, esto no me va, esto no me va». Me paso meses sin escribir nada y luego, de repente, en una tarde escribo una canción. Pero por lo menos en este primer disco, me he volcado de tal forma, con tal entrega, que a día de hoy nunca he escrito una canción que pueda dar en adopción. No, no me veo capaz. Jorge me ha puesto este reto: tengo que escribir una canción para él para que la hagamos juntos. Y no me veo capaz.
«Para mí las canciones son un un puzzle, o sea, es una coacción de palabras».
Bueno, si se tiene que andar, se andará. Jorge predijo que acabarías siendo poeta… Pero te entiendo. Digamos a los lectores que quieres que lean las letras, que en Youtube no solo pones la letra en la descripción…
(Risas) Si, además de en la descripción sale en los subtítulos, sí. Sí, quiero que lean las letras.
No sé si escribías ya, no sé si escribías y decidiste poner a las letras una melodía.
No, no, es fusionado. Yo nunca he escrito un poema a secas. Esto lo hablo mucho con Jorge, porque es curioso, porque escribimos canciones de formas diferentes y según él y me lo puedo creer, es por la energía masculina y la energía femenina sobre por qué escribimos diferente y lo vivimos diferente. A los dos nos viene primero la melodía. Tenemos la teoría de que a todo el mundo le viene primero la melodía. Jorge escribe la melodía de una canción entera, la tararea y la escribe entera, y luego una vez que está terminada la melodía, la coge y le pone una una letra. A mí sí que me viene la melodía primero, pero va por frases: es melodía y letra, melodia y letra, melodía y letra.
Me lo creo. Es que lo he visto aquí. Las canciones funcionan como un puzzle. Una pieza encaja con la pieza anterior y con la siguiente, pero ya está. No tiene que encajar con las otras.
Me encanta. Me hace gracia que que digas eso. Sí, que es un puzzle. ¿Has usado la palabra puzzle? Yo no la había dicho, pero siempre lo he pensado. Para mí las canciones son un un puzzle, o sea, es una coacción de palabras. Total. total. Total.
Te conté antes que hemos entrevistado a Sandra Delaporte por Alexxandra, que es su proyecto individual. Fíjate que ella está súper expuesta con Delaporte. Nos explicaba que en este momento justo, cuando se mete al techno de una forma radical, es cuando ha notado más machismo.
La verdad es que, o tengo suerte o soy una ilusa, o quizás sea pr el equipo que me estoy construyendo en vida real. Mi equipo es tan sano, o sea, es un ambiente tan sano, me apoyan tanto, me empujan tanto todos… No he sentido nada de eso. Sí que es verdad que a veces pienso que, tanto para mal como para bien, hay comentarios que me dejan hombres que, si yo fuera hombre, a lo mejor no los dejarían. No dicen nada fuera de línea ni nada, pero a lo mejor, si yo soy un cantautor, no se preocuparían por contradecirme ni decir lo que está bien, ni decir lo que está mal.
«Ojalá que estas canciones lleven silencio a donde hay mucho ruido».
Siempre pregunto por futuro y sueños.
Es que mi futuro y mis sueños están bastante alineados. Me gustaría ser una gran narradora de historias, de emociones. Me ha servido tanto colocar mis ideas y mis cosas… Soy una persona tan nueva hoy, comparada con la Paula de hace tres años… Yo no vengo a dar lecciones a nadie ni voy de psicóloga de nadie, ni tengo esa intención, pero sí me gusta la idea de poner un pequeño escaparate, una ventanita, o dejar la contraventana un poco abierta y enseñar cómo he colocado mis ideas, cómo yo vivo una vida mucho más feliz, sana, equilibrada, gracias a ese trabajo. Quien quiera mirar, que mire, y si le sirve, le sirvió. Entonces, eso me gustaría potenciarlo al máximo.
He recibido mensajes de gente que me ha escrito diciendo: «Le he hablado de ti a mi psicóloga. Gracias a esta canción le he podido poner palabras a una cosa que no sabía ni que estaba sintiendo»; y, por otro lado, me ha escrito la psicóloga: «Me ha hablado de ti una paciente». Supongo que entre ellas no se lo habrán contado. Hace poco, me ha escrito una chica que es una poeta espectacular, diciendo: «Paula, estoy pasando por los peores momentos de mi vida y, de repente, escucho tus canciones y me encuentro sonriendo. Me sorprendo entendiendo…». Entendiendo, entender… Yo he aprendido a entenderme y a poner luz donde quizás había oscuridad, y eso ahora quiero potenciarlo y proyectarlo, y que mucha más gente pueda encontrar ese hueco para parar. Esta frase es de Jorge, me encanta: «La nota más importante en la música es el silencio». Entonces, ojalá que estas canciones lleven silencio a donde hay mucho ruido.
¿Qué es mi futuro? Porque sí, lo que digo es un poco abstracto, un poco poético. Pues mi futuro es lo mismo que estoy haciendo hoy, pero más veces. Si esta es la primera vez, por ejemplo, que hago un formato así, pues que me pase una vez al mes. Y luego, simplemente escribir, darle la vuelta al disco. Mi futuro es mi primer disco, una primera gira, una primera vez de componer un segundo disco, un poquito más grande. Mi sueño es tocar en México, también. Eso me encantaría. Ya veremos si pasa. ¿Te puedo preguntar yo a ti, Reyes?
Claro.
¿A qué te suenan las canciones?
«Cada canción es un puñetero mundo, cada canción suena a una cosa muy diferente, pero hay un hilo en común, no sabes por qué, encaja».
Me suenan bien. Pensaba, mientras me preparaba para lo de hoy, que habías trabajado todo con el equipo de Maldita Nerea. No me parecía posible que esas canciones salieran de la nada, porque son muy sabias. (Esto no se lo digo, porque no se me ocurrió, lo dejo aquí. Al releer la entrevista vuelvo a pensar en Kandinsky. Kandinsky pegó su portazo, era economista y abogado; y a los treinta años se plantó y se puso a estudiar dibujo. Antes no había tocado un pincel y es increíble descubrir su sabiduría en el arte sin el bagaje de Picasso, por ejemplo. Aplicó su sabiduría, pero la de las matemáticas. Pues eso es lo que ocurre al descubrir las canciones de Paula Caveira: desde la disección periodística, no parece posible y es posible). No pongo en duda nada de lo que me has contado, solo me resulta alucinante, y no solo por las letras, sino por la locura de las melodías.
Mucha gente —mis padres mismos— me ha dicho: «Es demasiado complejo. Nadie lo va a escuchar, nadie lo va a entender, nadie se lo va a aprender». Y es verdad, lo que más corearon en el concierto fue el tararará, eso sí lo gritaba todo el mundo. Pero es que es mi sello, o sea, es que si pierdo eso, estoy perdiendo lo que quiero, estoy perdiendo mi perfección matemática. La necesito.
Estáis viniendo a este formato músicas que no tenéis nada que ver entre vosotras, pero tenéis cosas en común: por ejemplo, Carla Lourdes, María Barajas, Xerach, Violeta Veinte, Dear Leo… Creo que os habéis saltado diez o quince años de la música, que hay un paréntesis que no os ha interesado. Me paso la vida últimamente hablando de La Oreja de Van Gogh, por ejemplo. Estáis construyendo lo actual y rompedor con referencias de hace veinte años.
Me encanta, me encanta que me digas eso. Es un tema del que me gusta hablar, porque me gusta aterrizarlo, pero nunca sé qué decir. O sea, me cuestan mucho las preguntas: «¿Qué te inspira?» o «¿A qué suena?» o «¿Qué género?» o «¿Quiénes son tus referencias musicales?». Me cuesta mucho porque tengo muchos tintes de muchas cosas, pero a mí me gusta pensar que suena a ese pop nostálgico. En mis canciones yo escucho mucho Mecano o Ella Baila Sola… No hay ningún instrumento que no esté grabado. Eso creo que también hace que suene un poco nostálgico.
Pero es curioso porque cada canción es un puñetero mundo, cada canción suena a una cosa muy diferente, pero hay un hilo en común, no sabes por qué, encaja. Porque la gente te dice: «Es que no puedes sacar una canción y luego otra cosa que no tenga nada que ver, tiene que estar consolidado, tiene que tener un sonido coherente». Pero, al final, sí es coherente, porque el hilo conductor soy yo.
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